Viajo con libros: una introducción a Brasil

Por Daniela Latorre

Buenas tardes, damas y caballeros: les doy la bienvenida a mi nuevo espacio en Las Tertulias de Juana Manuela. Es para mí un honor llevarme de paseo a ustedes y toda la familia en el día de hoy en lo que será la primera entrega de un viaje hacia adentro. Sí, hacia adentro. Aunque el título nos haya prometido playa, arena y caipiriña, lo que en verdad vengo a ofrecerles es un recorrido interior.

Por que, si estás acá, estás leyendo. Y, ¿qué es acaso el noble hábito de la lectura, sino una apuesta al destino de los puntos aparte, las comas, las pausas..? ¿No es tan sólo un confiar en que los textos nos llevarán a un espacio y tiempo distintos, donde nos reencontramos con una parte nuestra que creíamos haber perdido de vista?

De eso, también, se trata viajar.

Leer nos sumerge en universos nuevos y antiguos. Viajar no se queda atrás. Por eso a mí me gusta leer de lugares a los que estoy yendo… como también me fascina ir a los sitios que primero leí.

Cómo se vive, quiénes viven, qué comen, cuáles son sus trabajos, sus costumbres, cómo practican su religión… todo esto y mucho más es lo que aprendemos cuando leemos textos escritos en latitudes lejanas. Y no hace falta que el libro sea una guía de viajes. Las novelas, por ejemplo, son excelentes recursos para empaparse de aquella cultura nueva que deseamos conocer. 

Pero, ¿qué pasa cuando leemos sólo a los autores más publicitados, aquellos que pertenecen al denominado canon? ¿Qué puede ocurrir si sólo nos cruzamos con escrituras que representan siempre a los mismos grupos?

Es verdad que esto sucede en muchos espacios y áreas de lo que llamamos cultura. No es exclusivo del mundo literario. Es un desafío que, al menos yo, me lo tomo con disfrute y pasión: me encanta curiosear en las librerías y por internet para encontrar escrituras jóvenes, primeras publicaciones, gente que gana premios por primera vez. Así voy diversificando mi biblioteca (y las de mis estudiantes, a quienes “invito”, bajo mucha presión, a leer mis programas de clase sin falta).

Deje su amor, lleve su basura

Así fue cómo llegué a Brasil: con inmensas ganas de encontrarme a nuevas voces. De esas que no logran cruzar las barreras geográficas, editoriales, o no han alcanzado (aún) la suficiente cantidad de ventas como para ser editadas en otros países o incluso demoran años en ser traducidas.

¿Y por qué Brasil?

Brasil es uno de esos países que amé sin conocerlo. Desde muy joven, sentí un fuerte llamado de esa tierra por ir a recorrerla, habitarla, explorarla. Cuando aún no podía viajar… comencé leyendo.

Uno de los autores que dejó huella en mí fue Jorge Amado (1912-2001). Recuerdo como si fuese hoy las tardes de risa y otras de llanto que me regaló en mi adolescencia. Mi favorito fue Doña Flor y sus dos maridos.

Me cautivó por sus descripciones arreboladas, los personajes rebosantes de vitalidad, las recetas de la cocinera protagonista, los juegos de seducción y sensualidad de la parejita. Pero, sobre todo, caí rendida a su pluma cuando el realismo mágico entró en escena para dar cuenta de la herencia ancestral espiritual de la gente de Bahía.

Bahía es uno de los estados más grandes de Brasil, cuna de grandes artistas y con mayor población negra de ese país. Salvador, hoy capital de ese estado, fue la primera capital del país desde la época colonial, y actualmente es la ciudad no africana con mayor población negra de todo el mundo.

Algo especial pasa en Bahía: se respira cultura y ancestralidad a cada paso, en todas las calles recorridas. Aunque mi primer impacto al llegar en 2022 no fue tan fantástico (quedate leyendo un ratito más, te lo cuento más abajo), pude desde un primer momento comprender que estaba en un territorio que no me dejaría ir sin marcarme para siempre. 

Sé que muchas veces vinculamos a Brasil con preconceptos como diversión, carnaval, samba. Relax total. Ya lo dice la canción “pies en la arena / una caipiriña / agua de coco / una cervecita / … a la orilla del mar”… ¿Qué más se le puede pedir a ese combo ganador?

Bueno, ya que estamos, yo sí me pediría algo de comer, ¿no? Así podemos conocer cuál es la magia detrás de los platos fabulosos que Doña Flor (la protagonista de la novela de Amado) enseñaba a sus alumnas en su escuela de cocina llamada Sabor y Arte.

Mucho más que especias, leche de coco y aceite de dendé: lo fantástico de la comida bahiana, a mi parecer, es su vínculo con la espiritualidad. Los ingredientes utilizados, las preparaciones y bebidas: todo habla de la relación del pueblo afrobrasilero con sus orígenes y sus dioses. 

Aunque los colonizadores han hecho todo lo que pudieron para borrar de la historia la identidad y riqueza cultural que estaba por detrás de la esclavitud (abolida en Brasil hace poco más de cien años), en la gastronomía de Bahía podemos rastrear la herencia y valor de aquellos pueblos que, como los originarios en Argentina, convivían en una armonía y adoración por la tierra y sus frutos de forma muy diversa a la impuesta por la fuerza de aquella Europa imperialista.

Al puerto de Salvador y otros puertos menores llegaron personas capturadas en África y vendidas como mercancía para trabajar en minas y plantaciones. Muchas de esas personas eran, además, de la realeza. Reyes, reinas y plebeyos, todos despojados de su idioma, su hogar, sus costumbres, su filiación.

Por eso, al llegar al otro lado del charco, muchos de estos grupos se fueron mezclando y evolucionando hacia lo que actualmente conocemos como candomblé. Una religión que al día de hoy continúa sufriendo de la misma persecución y demonización de los años de la colonia. Una caza de brujas de las que no han terminado. Parece difícil de creer, pero en 2023 todavía nos queda un largo camino por recorrer a la hora de comunicar qué pasó en aquellos capítulos de la historia global y de los derechos de esta cultura en particular.

Lo cierto es que no conozco ninguna persona que pueda resistirse a un acarajé o una moqueca. Como si la panza no entendiera de prejuicios.

A simple vista, pueden parecer tan solo los platos estrella de un menú o de un puesto callejero. Pero saben esconder los secretos y ritos más sagrados de una mitología rica en diversidad de dioses y diosas que nació como resultado de la convivencia en Brasil de esas múltiples colectividades, originales cada una en su procedencia, territorio y prácticas. Cada dios representa unos valores y desafíos diferentes, así como cada uno tiene sus alimentos predilectos. A través de la preparación de los mismos y su consumo, quienes practican esta religión entran en comunión, rinden culto, agradecen, mantienen viva su historia y la de sus ancestros.

Estas costumbres pueden encontrarse en muchos otros de los estados brasileros. También en nuestro país.

Otra cosa que llamó profundamente mi atención en mis primeras semanas en Brasil, fue la geografía urbana. La distribución espacial y los sectores que ocupan unas y otras construcciones. Su convivencia. Una favela insertada en medio de torres millonarias, y edificios lujosos incrustados entre las favelas, también. Al comienzo, me costaba distinguir dónde comenzaba un barrio o un sector y dónde el siguiente. Parecía como si hubiesen metido al Obelisco, la casita de Tucumán, una villa emergente, unos cuantos conventillos del Caminito porteño, un barrio privado y la torres gemelas, todo en una licuadora, y lo que salió de ahí lo dieron en llamar ciudad de Salvador de Bahía. Lo cuento así bien grotesco para que se pueda comprender fácilmente: la desigualdad y la convivencia constante con esa inequidad entre clases y razas es brutal.

¿Cómo puede ser que no tengamos textos a leer que nos cuenten de esa convivencia, desde el punto de vista de todos sus actores? Bueno… es un poco lo mismo que sucede en la mayoría de lugares: a los estantes de las librerías llegan quienes tienen los contactos y recursos materiales para hacerlo, ¿cierto? 

Así que investigando un poquito, me di con una autora que sí logró traspasar todas esas barreras. Se trata de la gigante Carolina María de Jesús (1914-1977). Tan maravillosa era su pluma, que el periodista que “la descubrió” (o a mi criterio, quien simplemente tuvo la suerte de ser el primero en leerla, para luego decidir publicarla) en un comienzo no creía que una mujer de favela pudiese ser la dueña de tan crudas y certeras palabras.

Ella contó cómo era vivir en un barrio emergente de San Pablo, habiendo migrado desde una comunidad rural, siendo negra, madre soltera, violentada, pobre, hija de esclavos, también poeta, cronista y cartonera. 

“Quien no tiene amigos, pero tiene un libro, tiene una salida”

“Antiguamente, lo que oprimía al hombre era la palabra calvario. Hoy es la palabra salario”

afirmaba Carolina.

Sus diarios y relatos denunciaron la corrupción e injusticias de la época y, lamentablemente, siguen tan vigentes como entonces en tantos territorios de nuestras queridas Américas.

Para continuar reflexionando, y en un tono más actual, les propongo continuar la exploración leyendo a filósofa y periodista contemporánea Djamila Ribeiro. Sus artículos, entrevistas y videos son de muy fácil acceso navegando un poquito internet. Y, para la suerte de quienes somos fieles al papel, acaban de publicarse dos de sus obras traducidas al castellano en Argentina. ¡Una oportunidad para no dejar pasar! Pequeño manual antirracista para quienes buscan una lectura llena de interpelaciones, reflexiones y consejos a aplicar en la vida cotidiana para desmantelar el racismo estructural de nuestras sociedades con toques de humor. Y Cartas para mi abuela, para quienes quieran conectar con la historia, la ancestralidad, la herencia cultural de un modo más nostálgico, familiar, con toques de ternura y mucha complicidad intergeneracional.

trabajadores porteadores en la isla Morro de San Pablo cargando equipaje de turistas que llegan en catamaranes públicos y yates de lujo

Por último, para cerrar explorando un poco más un último género, les dejo un poema de la artista multifacética Zeferina, también contemporánea, quien a través de diversas formas del arte (música, literatura, danza y actuación) busca recuperar las ramas de su árbol genealógico y difundir su cultura afrobrasilera y de candomblé, desde un lado muy humano y femenino:

Tambor 

De mi tambor cuido yo, mi patroncito.
De la piel, el tacto y el sonido, solo mis oídos comprenden.
De mi tambor cuido yo, mi patroncito.
De los callos, de los dolores de los antepasados que solo
yo siento.
De mi tambor cuido yo, mi patroncito.
Se hace eco de la alegría que me hago
renacer en el tiempo.
De mi tambor cuido yo, mi patroncito.
Él es camino, el alma y la oración en el sonido de las voces femeninas que tocan dentro de mí.
Del pulso que solo mi corazón entiende, mi patroncito,
de mi tambor cuido yo.
Mi patroncito, deje de abusar y respete mi legado
No venga con su patriarcado
A contar la historia de un tambor que es mío. 

Gracias por acompañarme en este primer viaje iniciático donde nos fuimos hasta las tierras hermanas del Brasil. ¿Conocías a estas maravillas de la literatura vecina? Si querés leer más historias y descubrir más talentos, contame aquí debajo en la sección de comentarios 👇 💬

¿Qué otros rincones de nuestra querida América Latina te gustaría que visitemos? ¡Te leo! Porque si todavía no fui… ¡es hora de comenzar por leerlo!

Publicado por María Daniela Latorre

De Argentina. Escribo y viajo. Lic. en Psicología. Tutora de lenguaje. Políglota 6+. Fan de la playa y los mares turquesas.

4 comentarios sobre “Viajo con libros: una introducción a Brasil

    1. Me fascina esa autora. Actualmente estamos tramitando la primera traducción al castellano. ¡Crucemos los dedos! Con suerte, próximamente será publicada en Argentina y estará accesible para todos. Toda su obra es para conmoverse

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