Por Jorge Triviño Rincón

RONDA DE LA VIDA
La vida es una ronda
—alegre,
hermosa
y festiva.

Ronda que todos cantan,
—celeste,
fecunda
y divina.
Ronda que todos aman,
—radiante,
airosa
y sentida.
La vida es una ronda
—brillante,
perfecta
y sencilla.
Si unes tu corazón
a la luz de las estrellas,
ellas te darán su amor
y tú las harás más bellas.
RONDA DEL ABEJORRO
El abejorro
zumba y rezumba
por la vereda
que va hacia el cerro.
Zumba y rezumba
mientras él viaja
de lado a lado
de la arboleda.
En crudo invierno,
bajo la lluvia
y en el verano,
vuela y revuela.
Ronda y ronda
cerca de la rosa,
junto al manzano.
Ronda orgulloso,
mondo y lirondo,
junto a la dalia.
Sus alas gira,
gira, y gira,
y mientras vuela
sigue zumbando.
Verle volando
causa alegría,
gracia y encanto.
Vuela y revuela
dejando un halo
de maravilla,
agrado y pasmo.
Con entusiasmo
—el abejorro—
día tras día,
vuela y revuela
desde el jardín
pleno de rosas
y de azucenas,
dalias, mimosas,
y sin demora
retorna luego
a la colmena.

Y así siempre
con regocijo,
con frenesí
y exaltación.
Y con delicia
como quien ama
la vida al vuelo,
la fantasía,
y el deber hecho
con mucho amor.
Siempre girando,
pero admirando
lo que sus ojos
y sus sentidos
le van mostrando.
Y siempre, siempre
en la mañana
y en el ocaso.
El abejorro
zumba que zumba,
como una ninfa
enamorada,
por la vereda
que va hacia el cerro.
El abejorro,
¡Vuela y revuela,
sigue volando!
RECUERDO
Por la gran ventana
clara y entreabierta
penetraba el aire
melifluo y cálido
del mes de febrero.
Los ojos de un niño
miraban atentos
luces que a lo lejos
manaban del seno
de nuestra galaxia.
Un ángel al verlo
penetró al recinto,
sigiloso y cauto.
Caminó en puntillas
al rincón del joven
y siempre a hurtadillas
susurró a su oído:

—“Todo el universo
se encuentra pleno,
justo en el ápice
de tu corazón.
Cada vez que mires
estrellas distantes
recuerda que brilla
siempre, eternamente
una luz radiante
en nuestro interior…”
Y diciendo esto
en un solo instante
al éter volvió.
Pasados los años,
el joven, ya adulto,
despertó de un sueño
y recordó al ángel
y aquellas palabras
tan sabias y bellas
que un día de niño
aquel mensajero
le había susurrado
de cerca a su oído.
ODISEA
La bella guagua
cruzó el valle,
y la pradera,
el largo puente,
y la ribera,
el fresco bosque
y la cantera.

Y en su camino
halló las zarzas
y tomateras;
grandes pinos y
mandrágoras
y enredaderas.
Oyó los cantos
de las cigarras
y vio a las fieras
muy encubiertas,
pero ella iba,
a su caverna.
Ya lo sabía,
bien lo decía
su gran conciencia
con gran sapiencia,
todos los días:
“Penetra siempre
en tu refugio
más verdadero:
¡El de tu alma!
Allí hallarás
quietud, alivio
y resistencia;
valor y olvido
para tus penas.”
RONDA DEL AGUA

El agua se desliza
cual leve manto
por la piel franca
de las montañas,
y va cantando
la sinfonía:
¡Llevo la vida
en mis entrañas!
mientras fecunda
cuanto a su paso
roza y palpa,
besa y abraza.
PLEGARIA A LA LLUVIA
Cae la lluvia
como diamantes
en miniatura;
luego se esparce
sobre los techos
cual sinfonía,
y se desgrana
veloz, ligera,
por los caminos
y avenidas.
Vierte frescura
sobre el ambiente;
y en las plantas,
derrama alegre
su energía.
Esparce ¡oh lluvia!
sobre mi alma
tu sinfonía.
Yo te devuelvo
tu hermoso canto,
con mi alegría.

