Por Fernanda Rossi

Como un diamante multifacético y cristalino, el folklore brilla ante la luz de la cultura, esparciendo pertenencia y memoria colectiva del terruño en el que habita un pueblo. Asumiendo ser alma y memoria, el folklore evoca la tradición transmitida oralmente de generación a generación, y como un diamante multifacético, brilla en sus diferentes caras: historia, superstición, religión, comida, vestimenta, música, danza, tono o voz típica de ese pueblo, arquitectura y demas aspectos que hacen al espíritu y cuerpo de un pueblo o comunidad.


Como palabra, el origen se remonta a 1.846, cuando William John Thoms, la utiliza por primera vez, refiriéndose al «saber popular» ya que proviene de dos vocablos: Folk, pueblo, gente, raza; y Lore, saber, ciencia.
Por su parte, la Real Academia Española, acepta tanto el uso de Folklore como de Folclore (adaptación gráfica de la voz inglesa), indistintamente.



El Folklore es una trama que entreteje historia, costumbres y características de una comunidad, sea de un pequeño grupo de hombres o de la humanidad misma. Desde la prehistoria podemos encontrar sus primeros rastros, en pinturas rupestres que cuentan momentos importantes de la gente que habitaba en ese lugar. Mas tarde en voces de juglares y trovadores que recorrían contando historias, muchas veces exageradas leyendas de héroes. Cuadros y esculturas que manifiestan modas de época. Danzas, tribales y antiguas, que entregan de forma desgarradora el sentir de ese pueblo o de su algarabia. Acompañada de ritmos, instrumentos de transmisión de esos sentires.

El folklore se convierte en ese patrimonio intangible indispensable para que un pueblo sea, tenga identidad y pertenencia. Es el diamante, multifacético y bello, que en cada cara muestra con esplendor aquello que guarda amorosamente en su interior, el alma, historia y vida, de una comunidad.




