Por Lucila Moro

En 2019, la Sociedad Francesa de Musicoterapia presentó un programa oficial de apoyo dedicado a las personas que padecen demencia senil y enfermedad de Alzheimer.
Hoy en día, muchos establecimientos especializados se han propuesto mejorar la calidad de vida de las personas mayores, estimulando su memoria y favoreciendo sus interacciones sociales.
Quizás pronto los cardiólogos lo receten, dados los estudios que sugieren su capacidad para reducir el riesgo de recurrencia de un ataque cardíaco.

La primera formación académica en musicoterapia tuvo lugar en 1944 en Estados Unidos, con la fundación del Bureau of. Musicoterapia por el psicólogo Everett Thayer Gastón. Desde entonces, esta disciplina ha seguido desarrollándose en muchos ámbitos de la música

La neurología nos enseña en particular que es la práctica, pero también el simple hecho de escuchar música, influye en la neuroplasticidad cerebral, es decir, en la capacidad de nuestras neuronas de adaptarse en respuesta al estrés o a una tarea.
Por ejemplo, al estimular nuestro cerebro, mejora nuestra concentración, nuestra memoria y nuestra capacidad para resolver problemas.
Por tanto, no sorprende que sea tan importante en el aprendizaje y la educación de jóvenes y estudiantes. Su actividad sobre el sistema nervioso también es eficaz para aliviar el estrés y la ansiedad. La música tiene el poder de relajar nuestra mente y nuestro cuerpo, disminuir nuestro ritmo cardíaco y reducir la presión arterial. La música, por supuesto, también invita a las emociones y nos ayuda a expresar lo que sentimos, muy utilizada en terapia conductual y cognitiva, para ayudar a los pacientes que experimentan dificultades relacionales, pero también para combatir fobias, TOC, etc.

La musicoterapia se utiliza incluso con éxito en el tratamiento del dolor crónico.
De hecho, la actividad neurológica que despierta conduce a una respuesta fisiológica que influye positivamente en la percepción del dolor, sea cual sea su Origen
¿Cómo sería un mundo sin música?
Francamente, me cuesta imaginarlo tal como marca mi vida diaria: en mi coche, mientras espero o en la ducha, ¡la música me acompaña a todas partes!
Cuando era adolescente, incluso soñaba con convertirme en una pianista famosa y una bailarina estrella.
Después de todo, ¿a quién no le encanta la música?
Esto parece completamente natural, ya que escucharlo activa el circuito de recompensa de nuestro cerebro, ese que nos proporciona placer y sensación de bienestar. Por lo demás, ¡todos estamos hechos para la música!
¿Pero de ahí a convertirlo en una herramienta terapéutica?

Al contrario de lo que podría creerse, el concepto de musicoterapia no es muy reciente.
Nuestros antepasados ya entendían claramente los efectos de la música en la mente y los primeros musicoterapeutas la practican desde la Antigüedad.
Los egipcios utilizaban instrumentos musicales en su práctica médica, mientras que los griegos creían en el efecto curativo de la música sobre la mente y el cuerpo.
A lo largo de los siglos, la musicoterapia ha seguido desarrollándose e integrándose en diferentes culturas de todo el mundo.
Durante la Edad Media, el uso de la música en los hospitales era común en Europa y China, donde se utilizaba para calmar a los pacientes y favorecer su curación.
Sin embargo, la musicoterapia como disciplina científica y profesional moderna surgió en el siglo XX.
La influencia de la música en la rehabilitación de los soldados heridos durante las dos guerras mundiales fue un factor clave en el establecimiento de la musicoterapia como práctica clínica.




