Por Juan Carlos Rufanach
(Escritor santafesino, afincado en Entre Ríos (Argentina)

Como Amante del Río Paraná y del Litoral Argentino, quiero compartir su maravillosa naturaleza.
En la primera…ver la diferencia…de un lado el CANUTILLO O CARRIZO…del otro el CATAY…de cuyas flores se alimentan los Patos Crestones.

Cuando crece el Río, ambos forman embalsados, como los camalotes y viajan aguas abajo hasta su destino final.

Luego hay una CARDENILLA. Degustando migas de galletitas…y por último, un Abuelo con su Nieto, MOJARREANDO para conseguir la carnada que ira, al atardecer a parar a su ESPINEL.
Es nuestro querido LITORAL una fuente inagotable de belleza, Dios ha sido demasiado generoso al regalarnos este Río…sus Islas..bañados y lagunas.



Ni qué hablar de su FLORA Y FAUNA, que no se por donde empezar para intentar compartir con todos ustedes algo de lo nuestro.

Luego de la pesca, nos prestamos a realizar el fueguito para poder comer lo pescado en la ollita de fierro junto con mis nietos…
Les comparto un cuento de mi autoría:
La creciente.
J.C. rufanacht. casi todo es puro cuento. pag. 115.
Recién comenzaba el verano allá por fines de la década del ochenta. La temporada estival se venía con toda la fuerza, y las lluvias iban cayendo casi ininterrumpidamente, anegando los campos, y llenando los arroyos, que eran los receptores del exceso de agua caída.
Tío Nacho estaba de puestero en el medio de la nada. Para llegar a su rancho, había que bajar desde Diamante rumbo al sur…casi una hora a favor de la correntada, luego meterse en “La Boca del Infierno”, continuar por ese arroyo esquivando palos, troncos y embalsados que cubrían casi toda la superficie, ya sean de carrizales, canutillos o el catay, en donde hacía falta un buen machete, para abrir un pasadizo, y poder continuar.
Cuando parecía que el viaje ya no tendría fin, entre el sauzal que lo cubría casi todo, aparecía por fin el cielo, y era la boca del arroyo “Las Palometas”, entonces ya cambiaba el paisaje, se ensanchaba la superficie del agua…y allá, a lo lejos, en una hermosa lomada, sobre la barranca, aparecía el rancho del tío.
Lo acompañaba su mujer, y dos hijos muchachones que le ayudaban en las tareas como puestero: parar rodeo, juntar las vacas para el ordeñe, señalar terneros o marcar los novillos, además de calar alguna malla, fijar sábalos o encarnar un espinel para el sustento. Las dos nenas estaban “internas” en un colegio, en Diamante.
Como les decía, ese verano se les venía el río con toda la bravura y la fuerza de la correntada, arrasando lo que hallaba a su paso: árboles, animales muertos, restos de algún ranchito maltrecho que estaba “aguas arriba”, etc. etc.
Fue entonces, cuando el patrón, desde Victoria, dio el aviso por la radio (fiel compañera del islero), que tío Nacho y su familia debía abandonar el puesto “cuanto antes”.
-¡¡¡Eso Nunca!!!- dijo él para sus adentros. Mis primos se miraban sin entender nada, y la mamá comenzó a lagrimear en silencio. La angustia y la zozobra parecían adueñarse del rancho…y un silencio sepulcral se fue instalando en el ambiente.
Había que tomar decisiones…porque el río “no te espera”…avanza…y avanza…y arrasa con todo.
-Bueno vieja…junte todo lo que pueda, que los muchachos carguen los bagayos en “La Torcacita”…y se me van los tres para Diamante… ¡Métale mujer que no hay tiempo que perder!
-Pero Nacho…y vos… ¿que pensás hacer?…-Le dijo ella con toda la angustia reflejada en su rostro.
-Yo me quedo…y no se aflijan. La barranca está bien alta en esta punta, y voy a cuidar el rancho y los animales hasta que pase el agua…y ustedes puedan pegar la vuelta.
-Y no me discutan…ya lo tengo decidido…así que… ¡A cargar todo, le dan un piolazo al “Villita”…y que el Tata Dios los acompañe.
Ya estaba cayendo el sol…los mosquitos avanzaban sin piedad sobre los tres ocupantes, cuando “La Torcacita” dio la vuelta en el recodo, y se adentró en “La Boca del Infierno”. Tres brazos en alto se agitaban, dándole al tío Nacho un “hasta pronto…y buena suerte”.
El agua seguía avanzando, y crecía…y crecía. Bandadas de patos, bandurrias, chajaes y garzas pasaban en raudo vuelo rumbo a los montes más altos, y los siriríes no dejaban de silbar durante su viaje nocturno, para perderse en el silencio de la noche.
Llevaba ya casi diez días…solo. Los animales estaban con el agua casi hasta la panza.
Algunos terneros no pudieron resistir…y se ahogaron, como tantos otros animalitos silvestres. Todo era silencio y soledad. Por suerte, su radiecito “Noblex Carina” todavía venía sobreviviendo y eran esas voces, las únicas que escuchaba en aquel rinconcito entrerriano.
Cuando ya no le quedaban ni provisiones, ni cartuchos, ni siquiera voluntad para seguir resistiendo…se hizo el milagro. L.T.38, Radio Victoria, le dio la mejor noticia que hubiera escuchado en sus cincuenta y cinco años. Comenzaba la bajante…y todo volvería a la normalidad. Dos días después, se le iluminaron los ojos, y su alegría no tenía fin. En aquel recodo del arroyo, “La Torcacita”, hacía su entrada triunfal y radiante. El taca-taca de su motor fue la música más hermosa para los oídos de tío Nacho. Su mujer y sus dos hijos llegaban cargados de todo tipo de provistas…y regalos…y dos cartitas de las chicas del Colegio.
Los abrazos hablaban por sí solos, la familia estaba reunida nuevamente…y todo volvía a la normalidad. Mi tía marchó a encender el fogón, para preparar unas ricas tortas fritas, los muchachos acomodaban toda esa preciosa carga en el aparador, y las voces y las risas llenaron de luz el patio de aquel ranchito isleño.
Mientras todo esto ocurría…tío Nacho, hombre duro…fuerte y corajudo como pocos, se alejó unos pasos, miró hacia el montecito de talas, y, sin haber aprendido nunca a rezar, levantó la vista al cielo…lo buscó detrás del verde de los montes, y murmuró: Gracias…muchas gracias., y de pronto, como por arte de magia, algunas gotas de sabor salado comenzaron a correr por los surcos de su rostro, como queriendo borrar las angustias vividas mientras duró “la creciente”.
Abrazo paranasero para todos y cada uno de ustedes. Juanca.

