Por Roberto Espinosa

Sonrisa de ojos. Palabra. Juego. Copla. Canto. Estos amigos bastan para echar a andar en la travesía de la imaginación. Onomatopeyas, retruécanos, rimas, rondas despiertan la sensibilidad de los changuitos.
«Por la cima de tu nariz rueda una sandía y te dice: ¡Güen día! En la oreja del cerro se repulga una empanada y dice: que tengái una linda mañana… En la punta de un pelo tirita un mosquito y te dice: Te doy un besito…»
Las coplas son una mano abierta a la inventiva, un abrazo de afecto entre padres e hijos, entre abuelos y nietos. Todas las noches, antes de los cuentos, o cuando regresábamos del jardín, les decía a mis hijas Rocío y Julieta coplas del cancionero popular fáciles de memorizar:
«Los gallos cantan al alba, yo canto al amanecer, ellos cantan porque saben, yo canto por aprender… No me tires con piedritas que me vas a lastimar, tírame con tus ojitos y me vas a enamorar».
Luego venía la etapa de jugar con las palabras y de inventar rimas. Traveseábamos de este modo:
«Un piojo hace abdominales en el horno y te dice: ¡Buongiorno! En la sonrisa del día baila una cumbia un tero y te dice: Changuita horrible, te quiero… Río abajo toma helado una piraña y dice: Que tengái una relinda mañana… En la rama de un lapacho, se queja un colibrí y dice: ¿Que ya no me querí?»
“Los niños, como las abejas, viven en el seno del hogar. Nadie repara en ellos sino cuando molestan; pero ellos reparan en todo, todo lo imitan, son placas sensibles, películas vírgenes”, decía el gran catamarqueño Juan Alfonso Carrizo (1895-1957), autor de Rimas y juegos infantiles, hermoso libro que editó en 1996 el Instituto de Literatura Española de la UNT, y que deberían tener siempre a mano los docentes.

A los changuitos les arrimo estas coplitas de Pico Chismoso que escribí en ocasión de celebrar su día.
«El lorito de mi tata se pone mis alpargatas; hasta por los codos habla, Pico Chismoso se llama. Como es loro tucumano se come siempre las eses, come locro y empanadas, canta zambas y vidalas. El lorito picotea los piojos de mi mollera, sale a pasear en mi hombro y saluda a la bandera. Se sube a mi triciclo, zapatea en el tambor, cuando se pone mimoso, me da un abrazo de oso. Es bandido y tartamudo, chueco y muy presumido, le viene hipo y suda cuando una niña le gusta. ‘Adió, granito de arró’, le dice a la flor Eugenia, se le tuercen las pupilas y se le caen las medias. A la luz de un farolito, toma coraje el lorito, toma aire, saca pecho, y hecho un tembladeral dice: ‘Ayer canté en las nubes, hoy en el vientito, ahora quiero ser canto en tu corazoncito’. ¡Ay este Pico Chismoso!, sabandija y remolón, arropalo a mi sueño y regalame una canción».
Roberto espinosa



Hermoso. Cómo siempre Roberto Espinosa nos sorprende, nos consuela y nos reconcilia con los otros y la vida. Gracias por darnos tanto amigo
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Hola ¡Cuánto gusto me causan sus escritos. Están llenos de dulzura, de encanto y de belleza, además de riqueza en vocablos. Reciba un cordial y afectuoso saludo.
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