Por Jorge Triviño Rincón

«La puerta del éxito descansa en la unidad de VOLUNTAD y PROPÓSITO y la justa adaptación de los medios al fin».
FRANZ HARTMANN

«En todo el transcurso de la evolución —a través de los períodos, globos, revoluciones y razas— aquellos que no mejoran formando nuevas características, se quedan atrás y comienzan inmediatamente a degenerar. Únicamente los que permanecen plásticos, flexibles y adaptables para modelar nuevas formas, apropiadas para la expresión de la conciencia que se expande, únicamente la vida que es capaz de cultivar las posibilidades de mejoramiento inherentes en la forma que anima, puede evolucionar con los adelantos de cualquier oleada de vida. Todos los demás quedan rezagados.» [1]
La vida es un devenir perenne de la consciencia y del alma de los seres, pero no puede permanecer ajena a los cambios de las formas en que ella habita, lo cual presupone la adaptación permanente y paulatina.
Para comprender la actuación de esta maravillosa ley, veamos lo que dice el señor Heindel posteriormente, al respecto:
«Imaginemos el caso de un inventor pensando en una máquina. Primero la construye mentalmente y la ve completa en su imaginación, realizando perfectamente el trabajo para el que está destinada. Luego la dibuja y al hacerlo, quizás encuentre que es necesario modificar algo. Cuando después de dibujarla ha quedado satisfecho y cree su idea viable, procede a construir su máquina con los materiales apropiados.
Es casi seguro que habrá necesidad de nuevas modificaciones antes de que la máquina pueda realizar el trabajo requerido.

Puede hasta ser necesario variarla totalmente, o comprobarse que en su forma actual es completamente inútil; y entonces habrá necesidad de hacer otros planos nuevos y mejores. Pero nótese esto, porque ahí está lo importante: el nuevo plan se hará para eliminar los defectos de la máquina inútil primitiva. Si no se hubiera construido una máquina material que hiciera evidentes los defectos de la ideación o concepción mental, la segunda idea apropiada no se habría conocido.

Esto se aplica igualmente a todas las condiciones de la vida: sociales, mercantiles o filantrópicas.»[2]
La definición más acertada de inteligencia, es la de la adaptación del hombre al medio en el que se desarrolla; sin embargo, esta inteligencia es innegable en los diversos seres que habitan el planeta tierra.
Baste citar el ejemplo de las plantas que se han originado en un punto geográfico, pero debido a su capacidad de diseminarse por medios como el viento, los insectos, el agua y por otros animales, e incluyendo al hombre; han ido adquiriendo inteligencia, pues han aprendido a adaptarse al clima y a las condiciones vitales más adversas para su crecimiento.

Una de las plantas más conocidas por el común de las gentes, el Diente de León, denominado científicamente Taraxacum Officinale, crece profusamente en los páramos. Sus hojas dentadas, poseen un color verde oscuro, son grandes y gruesas. Descendiendo sobre el nivel del mar, se le encuentra en casi todos los pisos térmicos. Es posible que sus semillas hayan sido esparcidas por el viento, ya que poseen vilanos, que son elevados por corrientes de vientos con suma facilidad, debido a su levedad, o las hubiera transportado el agua o algún animal. Pues bien, en los valles las hojas son por el contrario delgadas, de color verde claro, más pequeñas y hasta el tamaño de la planta es menor.

Para reforzar nuestro concepto sobre el proceso de adaptación, es preciso que conozcamos lo que nos dice Mauricio Maeterlinck sobre las flores:
«Las flores precedieron a los insectos en la tierra; por consiguiente, cuando aparecieron estos, aquellas tuvieron que adaptar a las costumbres de estos colaboradores imprevistos toda una maquinaria nueva. Este solo hecho, geológicamente incontestable, entre todo lo que ignoramos, basta para establecer la evolución y esta palabra un poco vaga ¿no significa, en último análisis, adaptación, modificación, progreso inteligente?»[3]
Todo ser debe acostumbrarse a nuevas situaciones ambientales, anímicas, ya sean locales o Cósmicas, pues la Deidad Suprema ha dispuesto todas las posibilidades para el desenvolvimiento de los seres.
El hombre ha tenido la oportunidad de conocer diversas formas ambientales, pasando por el frío polar, donde reina la oscuridad más larga del planeta y el hielo intenta paralizar el movimiento muscular.
Existen zonas donde las cuatro estaciones le proporcionan cambios moderados en el hábitat, pues la primavera le solaza con el florecimiento y la alegría de poder disfrutar de la plenitud solar y del canto y gorjeo de los pájaros, como si reviviera el Edén.

El invierno le brinda otra forma de vida diferente, pero plena de potencialidad, donde puede percibir cómo el elemento ácueo es vital para el desarrollo de las criaturas que habitan bajo su halo.
El verano le inunda con su hálito suave y moderado y su fuego solar indicándole y enseñándole una modalidad preciosa del clima donde puede percibir la magnificente Vida en función.
El otoño con su color blanco purísimo le inserta en el Alma el sentido de aparente inercia en donde el movimiento permanece con su lenta vibración conservando el germen de la Vida para despertar posteriormente.

Existen zonas ecuatoriales, donde se puede disfrutar de todos los climas posibles a la vez, con solo ascender o ir de un lugar a otro.
Se puede concluir que, invariablemente, todo ser o cosa posee el germen de la vida ya sea latente o en actividad manifiesta y se adapta a sus necesidades de desarrollo, ya lo realice por si mismo o se valga de otro; esto lo ha comprobado la ciencia oficial en sus investigaciones, de las cuales hay cantidades notorias en los anales científicos. De ellas, extractamos unos cuantos hechos, para probar con certeza, que estas leyes, operan en todos los niveles y en todos los reinos de la naturaleza.
ADAPTACIÓN EN EL REINO ANIMAL
- INSECTOS
LA ORUGA MARIPOSA SALTADORA
«No hay un modo elegante de describir esto: las heces están volando por el aire. La bióloga de la Universidad de Georgetown, EUA, Martha Weiss lo observó mientras estudiaba la manera en que la oruga de mariposa saltadora Epagyreus clarus construye un nido de hojas.

Weiss se percató de que sus sujetos de estudio, que miden cuatro centímetros de largo, lanzaban bolitas fecales que caían a un metro y medio de distancia “me quedé intrigada” dice Weiss. Descubrió que el proyectil de desecho de la oruga es un comportamiento de adaptación que aleja a las avispas depredadoras que son atraídas por el aroma del estiércol. Un incremento de la presión sanguínea desde el ano del animal hasta la punta del abdomen, es lo que expulsa el desecho.»[4]
ADAPTACIÓN EN ANIMALES INVERTEBRADOS
- LA PLANARIA

«Uno de tantos seres que la naturaleza ha creado y cuya capacidad de adaptación es extraordinaria y casi increíble es la planaria. “Un pequeño trozo aplanado de carne blanda”, ensanchado por un extremo, sugiriendo una cabeza, y por el otro semejando una cola. En el extremo anterior están los ojos: no tiene ojos para ver imágenes sino puntos sensibilizados, perceptores de diferentes grados de iluminación. Aproximadamente en el centro, entre los dos extremos, hay una cavidad o ranura, y dentro de ella un órgano tubular que es, en realidad, una boca retráctil.
Cuando encuentra una presa -olfateándola o detectando su presencia por la suave percepción de las vibraciones del agua- la planaria hace salir su faringe tubular, muscular y movible, como una serpiente.
Con ella explora los alrededores y lanza un líquido sobre su presa, inmovilizándola. El tubo comienza luego a recogerse y el alimento es suavemente llevado al interior. Si es demasiado grande para tragarlo, el animal vierte sobre el alimento sus jugos digestivos, y predigerido, lo toma después partícula por partícula. Una vez que lo ha comido, la planaria recoge su faringe y sigue su camino.

Si lo hace en línea recta, sin titubeos, se trata de la clase de planarias en el interior cuyo organismo existe un estatocisto, maravilloso órgano de equilibrio tan preciso como los giroscopios que mantienen en su ruta a los grandes trasatlánticos.
A pesar de ser tan voraces, más que una sanguijuela, las planarias pueden pasar hasta seis meses sin alimento. Se nutren de su misma substancia, es decir, se van comiendo a sí mismas, en tal forma que se reducen poco a poco hasta llegar a tener dimensiones microscópicas. Y una planaria regular mide de 15 a 20 centímetros y algunas especies tienen hasta 35 centímetros de longitud. Cuando consigue alimento, crece de nuevo hasta alcanzar su tamaño.
Los órganos sexuales de las planarias son al mismo tiempo masculinos y femeninos. Una planaria, actuando como hembra puede poner huevos. Actuando como macho, puede fertilizarlos. La naturaleza, además le ha dado otra alternativa: puede reproducirse por la división de su cuerpo en dos fragmentos. Cuando hace esto se parte, casi siempre, por detrás de la boca.

En cada una de las dos mitades crece inmediatamente lo que le falta, y así, en un momento, resultan dos planarias normales de idénticas características.
En laboratorios se ha realizado el experimento de dividir una planaria en tres, cuatro, y hasta seis pedazos. El resultado es el de que no solamente todos viven, sino que cada uno de los fragmentos crece inmediatamente, y toma la forma y el tamaño de una planaria común y corriente.
El intestino de las planarias no tiene desembocadura. Termina en una bolsa llena de microscópicos tentáculos que están en permanente movimiento y crean una incesante corriente —una especie de centrífuga— que les sirve para barrer y expulsar los desechos alimenticios por el mismo sitio de entrada: la boca.
La mayoría de las planarias son supervivientes de la edad glaciar (hace un millón de años). El frío no las molesta y pueden vivir en los sitios más helados. Mueren en el agua caliente, incluso en la que ha sido caldeada por los rayos solares. Ésta es una de las formas de su exterminio. También perecen en grandes cantidades cuando no encuentran alimento por las fuertes sequias, y aún cuando sobreviven meses alimentándose de su propia substancia, y terminan por sucumbir.
La planaria es absolutamente ciega pero puede sentir la luz y la oscuridad. Cuando el sol cae sobre su morada en el agua, muestra lo que se llama foto kinesis negativa, es decir, el animal se siente impresionado. Rápidamente escapa de la luz y se esconde en la sombra. Cuando las sensibles manchas que tiene por ojos le indican que la noche ha llegado, sale en busca de víctimas.

Sin inteligencia, sin vista, sin conciencia, siguiendo los impulsos de sus necesidades químicas y orgánicas, este fantástico animal vive en una extraña existencia. Cuando muere, es difícil saber si ha tenido lugar la terminación de una vida: antes de fallecer se parte en dos y da lugar a un nuevo ser. No tiene identidad, es decir, límites determinantes del ser, sino que en vez de una individualidad, es más bien un proceso. Es como un fantasma de la naturaleza, un testigo con algo de eternidad y mucho de repulsión.»[5]
Primera parte de la LEY DE ADAPTACIÓN.
Tomado de mi libro aún inédito: Siete leyes del universo.
[1] HEINDEL, Max. Obra citada. Págs.194-195.
[2] HEINDEL, Max. Obra citada. Págs.:
[3] MAETERLINCK, Mauricio. Obra citada. Página 57
[4] National geographic en español. Diciembre 2003
[5] CIMPEC OEA. El fantástico mundo de los animales. Instituto Colombiano de Cultura. Ministerio de Educación Nacional, 1973 Págs. 10-14

Excelente artículo! No sabía las características adaptarlas de la plenaria!! Increíble
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Cuando estudiaba en secundaria tuve ocasión de conocerla, y me fascinó por completo. Ah, La Divinidad es realmente sabía.
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