AMAICHA DEL VALLE Valles Calchaquíes/ Tucumán

Por Claudia Fernández Vidal

Siguiendo la ruta 307 y después de atravesar el Infiernillo a 3042 msnm con sus nubes bajas, su neblina densa y que va dejando marcas de escarchas en los vidrios del auto, bordeando profundas curvas y precipicios, pasando por el pueblo de Ampimpa donde se encuentra el Observatorio Astronómico desde donde podrás divisar la luna, las estrellas y los planetas en noches de intensa negrura, llegás a Amaicha Del Valle.

Una comunidad indígena del pueblo Calchaquí. La tierra donde siempre hay sol declara un enorme cartel en la entrada.

Amaicha es un pueblito lleno de tradiciones ancestrales, donde se celebra el 1 de agosto la fiesta de la Pachamama. Una fiesta llena de tradiciones, secretos y rituales que suceden de generación en generación desde muchos tiempos. El golpe de la caja de las copleras, los bailes, los cantos, la celebración del encuentro.

Aquí lo que más te enamora es la paz que se respira en sus cerros, sus calles de tierra casi arenosa poblada de árboles que dan sombra centenaria. El rugido del viento por las tardes, lo helado de los inviernos, el calor del fuego a la orilla de la chimenea mienstras mirás caer la tarde.

Amaicha es para caminarla despacio, disfrutar la inmensidad de la montaña, agradecer la lluvia que cae bañando los racimos de uvas en las fincas donde después de la cosecha se elabora uno de los mejores vinos del mundo.

Varias bodegas hay en este lugar, y también hay de los más audaces que siembran en su casa y elaboran después su propio vino patero. El clima seco, la tierra árida y los 2000 msnm hacen lo ideal para esta cosecha.

Las noches son frías y estrelladas, los sapos salen ruidosos en las galerías de las casas desafiando el frío. El amanecer es silencioso y hermoso, un viento suave abraza y acompaña, el café con leche con pan casero y mermelada de duraznos es casi un ritual para empezar el día.

Caminar y mirar, respirar aire puro, maravillarse ante la magnitud del cielo azul, agradecer el agua helada de las acequias y los ríos, disfrutar de una tarde en el dique Los Zazos.

Amaicha es un lugar para venir y quedarse, y no hacer demasiado, pero si disfrutar de todo. Volver al centro.

Sumak Kawsay, te lo digo en quechua, Buen Vivir.
Que así sea.

Publicado por calaviajera

Claudia Gabriela Fernández nació en la provincia de Tucumán. Diseñadora de Interiores de la Facultad de Artes de la UNT. Chef. La escritura es un camino que decidió incursionar frente a grandes interrogantes que se fueron sucediendo en su vida. Asistió y participó de talleres y antologías en la provincia de Tucumán. Su primer relato seleccionado fue en el año 2015 para Editorial Dunken en el libro A la Luz de los Caireles. En el año 2017 obtuvo la mención especial en el primer concurso de cuentos Eduardo Perrone organizado por el colectivo cultural independiente ESCUCHARA. En octubre de 2018 presentó su primer libro, POCHO Y LA UBALDINA UN PÌCARO DUENDE SOÑADOR, audio libro que va acompañado por una obra de marionetas. Proyecto con el que incursiona en escuelas y colegios con presentaciones para niños. Participó de la Expo Libros Salta en el Cabildo en el 2019 invitada a presentar también allá su libro. Cursó un postgrado de Escritura y Creatividad en la FLACSO Argentina, Facultad latinoamericana de ciencias sociales, una Diplomatura de cine argentino ficción y realidad en la UBA, y un taller de Dramaturgia que le ha dado las herramientas para el próximo proyecto, una comedia teatral. En diciembre de 2019 presentó su nuevo libro Historias Mínimas de un día Cualquiera en la casa Succar.

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