Por Jorge Eliécer Triviño Rincón

Los campesinos colombianos —y en general nosotros—, somos creativos e imaginativos. Prueba de ello, son las innumerables coplas que salen del corazón de estos enjundiosos trabajadores del campo, y por qué no decirlo: juglares, ya que los cantos nacieron en los campos de las naciones antiguas, como la de los griegos, y posteriormente, pasaron a los palacios siendo patrocinados por los reyes, donde se generaron los bufones, que quisieron y lograron, burlarse en algunas ocasiones de ellos.
Hay apuntes muy valiosos en la literatura, y uno de ellos, es William Shakespeare, quien tiene escritos incisivos, y geniales, la más de las veces.
De joven, me empeñé en conocer las coplas y aprenderlas de memoria e investigar en las revistas culturales de nuestro país; además en libros de folclor, dándome cuenta de este acervo tan extraordinario que tenemos en todos los rincones.
Desde el océano Atlántico hasta el Pacífico; y no menos valiosas, las del interior del país, como en Boyacá, en Cundinamarca, los Santanderes; y ya se vislumbra un canto melódico y hermoso que ensalza a la naturaleza, en los llanos orientales, que comparten frontera con Venezuela.

Colombia, además de poseer dos costas, sobre el mar Caribe y en el Pacífico, tiene selvas, desiertos, valles y montañas. Ríos caudalosos como el río San Juan, y anchurosos como El amazonas.
Es el segundo país más biodiverso del mundo, gracias a su geolocalización; pero una de la mayores riquezas, junto con el material genético en la flora, una enorme diversidad en la fauna y en la riqueza mineral; está la diversidad racial, que aporta al mundo caracteres y costumbres variadas y heterogéneas, además de aportar culturas diferentes y sentires, que se amplifican con los conocimientos ancestrales.
Dentro de todo aquello, me sorprende que los más humildes, con su alma límpida y transparente, aporten ritmos distintos, musicalidad y armonía, además de esa picardía pura.
De todos los rincones del país, de las costas, de los valles, de las montañas, surgen estos aedos, valientes, generosos y laboriosos.

Un género sobresaliente, es la copla. La memoria que tengo de mi juventud, permite retrotraer algunas de ellas, que impactaron positivamente mi alma.
He aquí una pequeña muestra de acervo tan importante en la cultura colombiana, que deja ver claramente la capacidad intelectiva y el ingenio que posee la raza nuestra.
Ende que te vi te quiero,
pero hoy sufro por quererte.
Más vale no haberte visto,
para no sufrir por verte.
Esta copla, llena de romanticismo puro, nos conmociona, pues nos retrotrae a ese instante precioso, en el que hallamos a nuestra amada. El hecho de hallarnos enamorados, nos lleva a la conclusión de que el amor que se generó desde el mismo instante en que vimos al objeto de nuestro afecto a la mujer; y ha generado en nuestra psique también dolor, pues amor y dolor se sobreentienden como un solo sentimiento, que parece confundirnos en algunas ocasiones.
Decís que no te he quisido,
y siempre te estoy quisiendo.
y el amor que te he tuvido,
es el que te estoy tuviendo.
Y en este cántico próximo, la utilización de una conjugación verbal que no existe en nuestro idioma, y que el autor anónimo como todos los copleros de quienes hemos tenido el placer de conocer sus creaciones, nos da a entender, que cualquier requiebro del idioma, es válido cuando se trata de crear musicalidad, ritmo y rima. Nada parece detener a estos magníficos poetas, que si se quiere, no claudican ante las imposibilidades idiomáticas para manifestar sus sentimientos a la dueña de su corazón. Para ellos, el idioma es un recurso, como lo fue para los creadores del argot en Francia, para quienes el espíritu prima sobre la materia que es el lenguaje, hallando rumbos inimaginables para expresar un sentimiento.
Decís que no me abandonás
y eso para mí es mejor.
Menos pulgas en la cama,
más campo y menos calor.
Como la mujer pretende abandonar al autor de la siguiente copla; este busca un consuelo ante el angustioso hecho, que sin la menor duda, le causa dolor, pero el autor; quiere ver lo positivo, aún en la desgracia de quedarse solo, y en la próxima, hace recriminación, pues él es quien le asegura la manutención.
Decís que no me querés
porque soy de mal en pior,
pero pa’ llenarte el buche
te olvidás de lo que soy.
Y como para que no quede rastro siquiera de la creatividad, como un recurso gramatical, que algunos poetas clásicos han aplicado a sus poemas, el siguiente ejemplo de esta figura, que nos hace recordar, también que en álgebra existen esos “trucos”, que permiten llegar a una solución correcta, la que en este caso, es la de causar gracia, además de generar eufonía, aunque no haya rima perfecta.
Estaba don Jesucristo
con todos sus apostoles,
comiéndose unos platanos
debajo de unos arboles.
La siguiente creación, es un ejemplo de la aplicación de un recurso, que evita al bardo utilizar términos cacofónicos o de palabras hirientes u ofensivas. Debo anotar, que al día de hoy, esas palabras consideradas soeces o vulgares, han aflorado en las canciones de reguetón y de despecho, que a nuestro juicio, no debieran utilizarse, pero es que el lenguaje cotidiano se ha deteriorado, lo cual es una muestra de la rápida materialización, y de la pérdida de espiritualidad, que era uno de los baluartes de las sociedades que nos antecedieron, donde el lenguaje florido y hermoso, surgía de los labios de los cantores, poetas, escritores, llegando a irrigar a la sociedad reinante.
Tan alta que está la luna,
redonda como una fruta.
Si se llegara a caer
qué golpe tan… jue por bruta.
La composición siguiente, que tuvimos oportunidad de conocer, es una prueba fehaciente del aporte indígena, que nunca se sustrajo de la creación. El término “malicia indígena”, que ha perdurado hasta nuestros días, es concluyente y real.

Este texto, me recuerda una anécdota, que me contó el cura párroco de Purembará, palabra que designa o significa; “pueblo indígena”, pues es un término de la etnia Katía, pues está compuesto por pur: pueblo y embera: indígena. Contaba el sacerdote, que en la confesión, alguna india, en el confesionario, al preguntarle sus pecados, le dijo: “perdóneme padre, pero es que esta mañana mi esposo me pegó”; lo cual deja al descubierto la inocencia real, y el desconocimiento del significado de pecado, que tanto inculcaron los frailes en los indios de nuestro país y de todos los que fueron “conquistados” a sangre y fuego.
El indio le pegó a la india
y jue con justa razón,
porque la encontró lavando
a oscuras y sin jabón.
Los campesinos de Santa Fe de Bacatá, nombre original de la capital de la República de Colombia, tampoco se sustrajeron a las coplas. Para todos, es conocido el cerro de Monserrate, desde el cual se vislumbra toda la ciudad capital. Ellos tenían claras nociones geográficas de su entorno, por lo cual, le comunica a su consorte, que podría irse al municipio cercano, que ahora pertenece a la zona metropolitana.
Pero si te pones brava
y te voltiás pa’l rincón,
por detrás de Monserrate
también se va a Fontibón.
Los santandereanos, han contribuido con apuntes realmente geniales. El municipio de Pinchote, cuna de la heroína colombiana Antonia Santos, también han creado esta copla llena de creatividad y que causa gracia y encanto. Este es un pueblo turístico y cultural cerca de San Gil, habitado por gente amable y creativa.
Los cotudos de Pinchote
le piden a San José,
que les pase el coto abajo
porque arriba se les ve.
Nuestro país—, es además—, un país fiestero y aguardientero, donde hubo muchos lugares en los que se destilaba el licor—, llamado zacatín—, que aún conservan algunos barrios de Manizales, donde se ejerció esta actividad.
Una de las plantas que crecen en las orillas de los caminos —y que era considerada como “maleza”, término que se está eliminando por considerar que estas preciosas plantas, son las más de las veces, utilizadas en la cocina, y en la medicina, para producir medicamentos—; y que le da sabor a la llamada tripitoria y, además, al igual que el anís, a los diferentes tipos de aguardiente de nuestro país, es mencionada por los cantores campesinos.
El aguardiente me gusta
de ese que lleva poleo.
Si la ventera me gusta,
también me la bamboleo.
La cultura afro, con su conocimiento del ritmo, al igual que las diferentes etnias que habitan en nuestro territorio, también aportaron al desarrollo de la copla. Parece ser que estos versos que cito a continuación, surgieron de las entrañas de uno de ellos. Es de conocimiento general que la cumbia, es un ritmo de los africanos que fueron traídos para esclavos por esclavistas europeos. Ellos también han hecho valiosas contribuciones a la cultura nuestra; de ello, la prueba siguiente:
A mi negrita la quiero
porque me da chocolate.
Con las rodillas lo muele,
con las caderas lo bate.
El departamento del Huila, también ha dado sus frutos, y una es la copla en la que se menciona a la más famosa fiesta del departamento.
¡Ay! vayamos, mi morena,
por detrás de aquel cerro
y cuando nadie nos mire
¡iiija, que viva San Pedro.
Como anotábamos anteriormente, en los versos de los cultores de la copla, hacen alarde de sus conocimientos geográficos. La siguiente, nos da a entender que su origen fue en la región Pacífica, pues relacionan a Pipintá, el cerro del Darién y al golfo de Urabá, y los sitúan en el cuerpo de la mujer a la que hacen alusión, en la que podemos reconocer el óptimo uso de la metáfora.
Tus ojos son dos luceros
Tu boca un Pipintá
Tu cintura un Darién
con su golfo de Urabá.
La creación es tan variada como diversa, y nos invita a auscultarla y a conocerla. Yo estaré siempre atento a cada manifestación del ser humano, que nos sorprende con sus destellos de luz, de inteligencia y sensibilidad. Sin duda alguna, ella aporta al conocimiento de los resortes internos que nos mueven y que nos marcan un derrotero común.
Una gratitud eterna a quienes laboran día tras día diseminando las semillas que van a alimentar nuestro cuerpo; y que subyugan nuestra alma con los cantos que surgen de sus gargantas, de su profundo sentir; de sus corazones alegres por las rudas faenas, y manifiestan gran admiración por la mujer y por la naturaleza.
