Todo depende de cómo se dice…

Por Lucila Moro

Vienen las Fiestas…. ¿Dónde nos reunimos con la familia? ¿Con amigos? ¿Solos?
Aquí comienza el dilema. En líneas generales, en cada familia hay una parte del padre y otra de la madre. Hay hijos casados, nueras, yernos, consuegros, nietos, abuelos… Pero no nos olvidemos que también habrá algún ex… y varios hijos tendrán que dividirse. Aunque muchos lo saben resolver de buena manera, a muchos otros les causa sungustia, inquietud, malestar…

Hay familias que no tienen ningún problema a la hora de las reuniones para celebrar las Fiestas o los cumpleaños. Pero… otras familias son más conflictivas. De todas maneras, nunca falta el que quiere que todo funcione de maravillas y tratará de provocar un acercamiento entre los distanciados. Que a mi criterio sería un buen recurso, unir, disculparse, dejar atrás los rencores o malos ratos.

Broken Christmas ball on wooden floor

Estas son fechas en las que, para muchos, la sensibilidad se encuentra a flor de piel. No solo por las ausencias sino también porque, como bien lo dice el dicho: “en todas las familias se cuecen habas”.

Cuando era niña, en casa de mis abuelos nos juntábamos todos, hijos nietos casi llegábamos a los 45 y el único inconveniente era armar una mesa tan grande…. Con la partida de los abuelos cada uno de sus 4 hijos comenzaron a reunirse solos…,la gran familia quedó perdida.

Con el fallecimiento de mis padres que siempre nos aglutinaban a los tres hermanos con esposos/as hijas/hijos. Ahí todo cambió nuevamente, cada uno con los suyos y a las 12 los jóvenes se iban a festejar con sus amigos….

Cuando salí a conocer el mundo entendí que el matrimonio pertenece a ese panteón sagrado, a ese espacio intocable, que al derrumbarse crea profundos traumas, heridas difíciles de cerrar que repercuten, primero en la familia y luego en la sociedad, pero también comprendí que un matrimonio en decadencia produce demasiados estropicios y no debe durar para siempre. El proceso de la separación puede ser complejo. Para algunos abandonar o ser abandonado trae consigo ira, infelicidad, rencor y desapego.

Parados frente al espejo descubrimos en nosotros mismos, modos de vestir, ademanes y hasta gestos de nuestros ex. Elegimos lugares, canciones y películas pensando en lo que ellos hubiesen deseado y no lo que, en realidad, quisiéramos para nosotros.

¿Quién era yo antes de tí? ¿En qué punto estaba cuando te conocí?

Las imágenes de “nuestros años felices”, las fotos y hasta el sabor de algunas comidas arrastran consigo una carga emotiva que puede trastornarnos o, si se maneja con madurez y altura, liberarnos, conducirnos a un lugar mejor en nuestras vidas. Al conocernos a profundidad, los ex pueden ser nuestros mejores amigos, aconsejarnos y acompañarnos por siempre en un camino de legitimidad y virtud.

Algunos ex pueden aparecer y reaparecer, y esa intermitencia crea un sentimiento de inestabilidad emocional que suele acabar en terapia. Conozco relaciones que no han logrado solucionarse por sí mismas y, lastimosamente, terminan frente a un juez. Es común escuchar disputas entre ex por la custodia de los hijos. Hay casos en que esta situación, mal manejada, deriva en abuso, violencia mental y física, y en situaciones muy extremas, en la llamada violencia por sustitución, que involucra a los hijos como castigo a la madre por haber desertado de la relación de pareja.

El divorcio o la separación generan verdaderos trastornos en la vida sentimental de cualquier ser humano, y en determinados casos, mutan en eventos tajantes que repercute en la emigración, la agudización de ciertas enfermedades y el reordenamiento, desplome o solución de la economía familiar. Tengo amigos que pagan o pagaron por años una cuota alimentaria y/o pensión a sus ex esposas (os), y otros, que, una vez firmado el papel de divorcio, jamás volvieron a verse. Cuántas veces escuchaste: ¿cómo yo estuve casada/o con esa persona? ¿En qué estaba pensando yo cuando me casé con él/ella?

Todo depende de como y que se dice. Entre tu versión y la versión de tu ex puede existir un abismo, una misma historia, que, narrada por uno u otro se convierte en diferente argumento. Deberíamos saber quién es hoy esa persona a la que conocimos décadas atrás, o ese nuevo ser que hoy desconocemos, pero también de inquietudes, derrotas, y experiencias disímiles.

Decidí darme una nueva oportunidad en el amor. Encontre a «la» persona que me inspira, seguridad, ganas de vivir, respeto y mucho amor. Todo parecia marchar sobre ruedas, hasta que lo presente a mis hijos… Ellos se resisten a los cambios y aceptarlo.

Si bien los hijos siempre tienen prioridad, la vida se compone de distintas áreas: amistades, trabajo, salud, y espiritualidad, entre otros. He buscado un equilibrio. Mis hijos, crecieron, «volaron» formaron sus familias sin consultarme… Mi vida personal es muy importante.

Si mi vínculo anterior no funcionó, este nuevo resulta, más simentado en la adultez. Transmití a mis hijos que puedo volver a querer a otra persona, enamorarme, aunque a ellos les tome un tiempo aceptarlo, algo que es entendible. Lo inentendible es que pasaron 8 años y no lo aceptan. ¿Será un trabajo de adaptación? ¿Celos quizás?…

Ellos saben del mucho amor y respeto que nos tenemos, que mi pareja no viene a reemplazar a su padre, sino que es mi compañero de vida, de caminar juntos, soñar juntos… Que, al igual que ellos, necesito amor para estar feliz. Y que si soy feliz, todos estarán más contentos.

No siento culpa ni inseguridades: esos sentimientos se transmiten y pueden dar lugar a la manipulación por parte de los chicos. Ellos tienen que saber que, aunque a cambiado mi situación sentimental, siempre serán amados y nada va a cambiar mis sentimientos hacia ellos.

Nadie ocupa el lugar de nadie. Y les recuerdo siempre cuánto los amo y que nadie va a tomar el lugar de nadie en la estructura familiar.

He conversado con ellos largamente. Pregúntandoles cuáles son las razones por las que no aceptan a mi esposo, les he dado lugar a que expresen sus sentimientos. Pero la respuesta siempre ha sido –no lo bancamos– es infumable. Y con serenidad, seguridad, y hechos ratifico mi decisión de vivir feliz.

El rechazo persiste, les he dado mucho tiempo. Esto no implica que permitiré desplantes ni falta de respeto. Hay un tiempo de adaptación que a mi entender no cambiaran… Recuerdo siempre que, en todos los órdenes de la vida, a mayor presión, mayor resistencia.

La pregunta que me hago hoy es la misma que me hacía mi madre cuando yo era joven y me remite a ese instante particular en que decides unir tu vida a la de alguien. ¿Qué es más importante saber: con quién te casaste o de quién te divorciaste? No se trata aqui de tomar el lugar de otro ya que nadie pertenece a nadie. Ni nuestros hijos ni nuestra pareja. Son relaciones efímeras todas y existen para que nosotros aprendenos o no del otro y vice versa . Es un acompañamiento voluntario o deberia serlo porque en muchas ocasiones NO LO ES y uno se casa por escaparse y tener mas libertad.

Lo que nunca funciona porque es la antítesis justamente por esa idea errónea de pertenencia absoluta. Yo no pertenezco a nadie y nadie me pertenece. Solo es una cuestión de respeto al otro y por el otro. Asi deberia ser pero, ¿quién lo entiende?

Estamos todos muy equivocados, pero uno lo entiende demasiado tarde…, y con la persona que te valora y respeta de verdad y no me maltrata como yo lo viví con el padre de mis hijos.

Quien a parte de ser violento, abona en desprestigiar a mi esposo y los insta a rechazarlo. Y me pregunto, ¿con que derecho?

Espero que este desahogo personal, les sirva a quienes quizás han tenido vivencias similares, y se están preparando para estas FIESTAS.

Publicado por vickylm57

Soy docente prof.de Educacion Fisica. Prof de Educación Especial. Prof Emerita de Danzas Cid Unesco Francia Escritora y autora de varios libros. Investigadora en Envejecimiento y cuidados del cuerpo, dictando conferencias, seminarios y clases magistrales dentro y fuera del País.

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