Luján de Cuyo
Por Claudia Fernández Vidal
El ruido del agua deslizándose entre las piedras me enseñó a no remar contra la corriente…


La noche es estrellada, negrísima, la luna como atornillada enorme y plateada nos deja vernos las caras. Comienza a hacer frío y el sol terrible del mediodía nos ha dejado la piel colorada, ardida, pero debajo del buzito de algodón se sienten las marcas de la bikini. El fuego nos ha unido esta noche contando historias. Tengo 12 años y el primer campamento a la orilla del Río Potrerillos junto a mis primos y familia es una de las cosas más lindas que seguiré recordando hasta el día de hoy.
Potrerillos es un bello lugar sobre la Cordillera de Los Andes. Estaba 69km de la ciudad de Mendoza y siempre siempre vale la pena ir.



El río de agua heladísima baja a borbotones desde las montañas y trae agüita de los deshielos. Para cruzarlo tenes que agarrarte fuerte y ayudarte con las piedras enormes que vas a ir pisando, abrazando, necesitando. Así como la vida, las piedras nos hacen fuertes, gladiadores, hermosos.

El sol abrazador es un amigo que no se despega nunca durante el día y el aire puro con ese olor tan rico de las plantas silvestres, de la Jarilla que aquí crece tanto te hará ir enamorándote de este lugar. Álamos gigantes bordeando el camino, callecitas de tierra perdiéndose en el pequeño pueblito, la proveeduría y panadería con pan casero recién horneado en horno de barro son lujos qué hay que darse en vida.

Pero la frutilla del postre aquí es la montaña, treparlas, recorrerlas, caminarlas, con el sol en la espalda, el viento helado que te despeina todo el tiempo. El ruido de las piedras bajo las zapatillas retumban en la inmensidad, hacen eco y seguramente este silencio profundo, este sol, esta maravilla es lo que me hizo volver muchas veces más.
Caminatas a la luz de la luna, rafting para despabilar las comodidades, agua cristalina para renacer, rebautizarse, volver al centro, a lo que importa: tu manera de sentir, de caminar, de seguir caminando.
El espejo celeste del dique se puede ver desde lejos, y también podrás ver algún que otro cóndor sobrevolando estos cielos azules profundos.

Asadito a la jarilla a la orilla del río en Potrerillos, el ruido del agua golpeando las piedras, la montaña inmensa guardando los secretos milenarios. Pancito tostado, piel tostada, aire puro.
Todo eso me hace volver, extrañar, cerrar los ojos y sentir ese olorcito otra vez.
Hace falta más ???
Mochila y no dejar de mirar todo lo hermoso qué hay aquí. No dejar de mirar…
