Por Claudia Fernández Vidal
El arte, la historia, la revolución y la vida suceden en la calle.
Viajero invitado Juan Serra, escritor, comentador político, amante de Latinoamérica.

La primera vez que Juan fue a Cuba fue en el año 2011. Un viaje fugaz por trabajo. El gobierno de Cuba invitaba a muchas organizaciones de Latinoamérica y allá fue representando a Tucumán.
Compartió grandes charlas que le sirvieron para hacer grandes amigos que perdurarían en el tiempo.
La segunda vez fue en año 2014 y partió desde Buenos Aires dispuesto a disfrutar. Antes de subir al avión había pasado por la casa de cada una de sus amigas pidiéndoles toda esa bijouterie que no usaban. Hizo una enorme bolsa. La bolsa de la felicidad anticipada tal vez.

Lo primero que le impactó al llegar a La Habana fue la tranquilidad y seguridad en las calles, la alegría de la gente y el enorme patriotismo que posee cada uno. Todo el mundo sabe y habla de la Revolución Cubana.
La Habana con sus edificios revalorizados de la década de 1930, el encanto de los colores pastel de las fachadas, el buen tabaco, el mar, los autos viejos de 1950, y los increíbles atardeceres en el malecón, son algunas de las cosas que Juan empezó a coleccionar como recuerdos buenos.
Le impactó también la cultura y la educación que poseen todos; porque todos estudian, son universitarios, aman el arte y lo promueven desde el alma. Con el recurso universal: la pasión.

No les sobra nada, y ante mi impresión lejana de que les faltan tantas cosas el me responde como le decían a él los cubanos: Somos pobres pero dignos… me emociona tremendamente esa frase porque resume la humildad de un pueblo que nunca se ha rendido ni perdido la alegría de vivir. Descartan el consumismo capitalista y lo suman en educación y cultura. Para imitar.
La otra etapa de su viaje la pasó en Santiago de Cuba, en el otro lado de la isla, en el lado oriente y rodeado por el Mar Caribe.
Se instaló en la casa de Sandra, porque es muy común ese estilo de hospedajes ahí, una casa humilde pero llena de anécdotas y buenos momentos.

Santiago de Cuba es la ciudad más vieja de La Habana, con casas bajas, coloniales, callecitas tranquilas, campitos y haciendas donde se trabaja con ganas. Hay pocos autos y la mayoría anda caminando o en bicicleta. Hay que destacar también que casi toda la población es negra por la gran influencia de mezclas desde África y su historia contra la esclavitud.
En la casa donde se hospedaba había una mesa llena de santicos como le llaman ellos, donde se rezaba a todos por igual, sea catolico, umbanda o protestante. Había también sobre la mesa, una pequeña máquina o tal vez olla térmica con arroz caliente, se convidaba y se volvía a hacer, así todo el día, dando ese sentido de comunidad y unión que se siente muy presente.

La gente fue lo que Juan guarda en su corazón, las charlas, la música y el arte que suceden en las veredas y calles y donde todos participan con alegría. Alegría de vivir es lo que se respira. Compañerismo y también humildad.
Cada vez que subía a un taxi, entablaba grandes conversaciones, el chofer a veces era médico, ingeniero o músico de la sinfónica y manejaba con una alegría de vivir que daba gusto y era digno de admirar. Entonces en medio de la charla Juan le preguntaba si tenía alguna hija o mujer y ahí le regalaba alguna de las cadenitas o pulseras que había juntado antes de ir, el agradecimiento con el que lo recibían es algo que nunca olvidará. Se trajo la emoción de cantar y bailar hasta la madrugada en la vereda de un pueblo colonial y tranquilo, mientras todos pueden hablar de historia, cultura y el arte que les hace la vida más linda.

Al partir a Argentina ya en el avión, miró desde la ventanilla la isla de Cuba, pequeña y vulnerable rodeada de ese enorme mar, entonces entendió porqué esa gente era tan amable, tan alegre, tan culta. Porque a pesar de todo hay que vivir con lo que tienes de la mejor manera posible.
El sol cae sobre la plaza de la Revolución que tantas tardes recorrió y la vida se activa como cada día mientras Juan respira hondo en el avión con el pecho lleno de agradecimiento.
Gracias Juan. Cuba es un buen destino.