Por Claudia Fernández Vidal
Ella es altísima, flaca, de piel oscura, el pelo ralo. Se llama Nemé, al menos así logro pronunciarlo. Vende carteras en una esquina de Nueva York, en la vereda. Habla poco inglés, solo repite 40, 50, 30, dólares por supuesto mientras me muestra más carteras.
Le pregunto ¿de dónde es?, me cuenta que es de África, que vino hace mucho, que le gusta aquí, pero extraña allá…insiste en venderme una cartera o un bolso, yo le digo que es alta, ella me dice que yo también pero no tanto.
Se ríe, nos reímos. La sonrisa es ese idioma tan universal. A mí me gusta la gente, que me cuente cosas (siempre me cuentan) algo de su historia, que se yo, a lo mejor heredé esa manía de mi abuelo materno que era un gran conversador y como había leído mucho podía entablar grandes conversaciones; la otra parte la va haciendo la vida, la cotidianeidad de las cosas. Compro una cartera, no tanto porque me hace falta sino porque pienso que a esa mujer africana sí, ella vino desde tan lejos para estar ahí, parada en esa esquina y durante tantas horas.
Sería lindo que cada persona tuviera una condición de vida mejor, pero el mundo es así, cada uno busca hacer su parte lo mejor posible, lo más parecido a su hogar, aunque sea tan lejos del lugar donde nacemos.
Gracias Nemé…la mujer altísima y de vestido larguísimo también, ojalá que el mundo te trate bien.
Personas que entre tantos recorridos, nos invitan a pensar sobre sus historias de vida…