Por Claudia Fernández Vidal

Bariloche deriva de la palabra Mapuche, “VURILOCHE”, quiere decir “gente de atrás de la montaña“.
Recién en 1909 se llamó oficialmente con ese nombre mediante un decreto del presidente Julio Argentino Roca. La primera vez que se izó la bandera argentina en estas tierras fue en 1876 a orillas del Lago Nahuel Huapi por el Perito Francisco Pascacio Moreno.
Era en esos tiempos donde la Patagonia estaba habitada por Tehuelches y Puelches, los que fueron perdiendo parte de su cultura durante la llamada araucanización en el S XVII.
Felizmente esta ciudad dejó de depender económicamente de Chile con la llegada del ferrocarril en el año 1934. Se cuentan muchas historias de bandidos y bandoleros por estos lados que se trasladaban en este medio por estas planicies.



El tren una vez más, ese gran punto conector entre pueblos y ciudades, desde la montaña al mar. Aquí el Tren Patagónico atraviesa toda la Estepa Patagónica con sus vagones verdes y blancos y sus letras pintadas. Va cayendo la tarde y avanzando la nieve y los vidrios empañados en medio de estaciones sumidas en el silencio.
San Antonio Oeste, Valcheta, Ramos Mexia, Sierra Colorada, Los Menucos, Maquinchao, Ingeniero Jacobacci, Clemente Onelli, Comallo y Pilcaniyeu son algunos de los parajes que recorre en sus 87 kilómetros hasta llegar a Viedma. La belleza casi huérfana de la estepa, los distintos tonos de amarillo y marrón, el azul mortecino de los atardeceres, la nieve adosada a los rieles y ventanillas para llegar finalmente al mar. Un recorrido que vale la pena hacer.
Mi currículum Vitae dice entre otras cosas que sé cocinar. Cambiar de lugar, de sitio, de país, o lo que tal vez algunos llamen en estos tiempos salir de la “zona de confort” puede ser movilizador, esperanzador o un fracaso, desde la experiencia siempre es ganancia, desde lo que nos gusta hacer siempre será agrandar la lista de habilidades.
El restaurant chiquito y en el centro me recibe como Jefa de Cocina, un desafio en esta ciudad nueva de la que dicen que los que vienen a conocer se quieren quedar a vivir.
La Patagonia argentina tiene un nivel de gastronomía alto, por estos lados tenés la oportunidad de aprender de gente muy talentosa y eso siempre se agradece. Para ser el mejor siempre hay que practicar, practicar, practicar, cocinar a prueba de prueba y error.
Un jefe de cocina organiza, guía, cocina, propone nuevos platos, aprende de otros, maneja un grupo, organiza las compras, entre muchas otras cosas.

Sor Juan Inés de la Cruz decía que en las ollas estaba el amor…una profesión que
muchas veces resulta para valientes por todas las experiencias que suceden en estos espacios. Hay que aprender a manejar los fuegos, el sartén y poner la cantidad justa de sal, entre otras cosas.

Fueron meses de trabajar muchas horas, de escuchar muchas historias, de compartir y aprender de otros. Me llevo grandes compañeros, desayunos inolvidables, aprendizaje con los mejores.
Soy una Laltufe, una cocinera según el idioma de los mapuches, los primeros pobladores de estas tierras. Laltufe que hace Yyael (comida) y en el camino viaja en tren por la estepa patagónica.
Casi me caigo de la zona de confort, creo…no me dolió nada. Nunca.


Un saludo Clau, en la cocina te extrañamos todos los días.
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