Un grito silencioso

Por Lucila Moro

El desamparo de la tierra argentina frente a la marea invisible, un vasto lienzo de contrastes, con la majestuosidad de la cordillera andina, la inmensidad de la pampa y la riqueza de sus humedales, es hoy escenario de una batalla que se libra en silencio.

Una batalla que no se ve a simple vista, pero que se siente en cada gota de agua contaminada, en el gemido de una especie que desaparece y en la fragilidad de una vida que comienza con una malformación.

Esta es la historia de un desequilibrio, de un pacto roto con la tierra y de las consecuencias que resuenan en cada rincón del país, afectando no solo a los seres humanos, sino también a las mascotas que nos acompañan y a los animales de los que nos alimentamos.

El veneno invisible: Un mar de glifosato que inunda el país.

El corazón del problema late en los campos de cultivo, donde el glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo, se ha convertido en el protagonista indiscutible. Argentina, con 270 millones de litros consumidos anualmente, ostenta el triste récord de ser el país con mayor consumo de glifosato por habitante.

Este químico, que representa el 76% del paquete total de agroquímicos del país, es rociado sin piedad sobre los campos de soja y otros cultivos transgénicos, en una danza mortal que se repite año tras año.

La fumigación aérea, una práctica común en el país, dispersa este veneno invisible por el aire, llevando sus efectos mucho más allá de los límites de los campos.

Las gotas, impulsadas por el viento, viajan kilómetros, alcanzando escuelas rurales, hogares y, lo que es aún más alarmante, las fuentes de agua que nutren a las comunidades.

Contaminación del agua: Un río de químicos que fluye por las venas de la tierra

El impacto de este «baño de glifosato» es especialmente devastador en los cuerpos de agua. Los ríos, lagos y humedales, que deberían ser fuentes de vida, se han transformado en receptáculos de una peligrosa mezcla de químicos. El glifosato y sus derivados, arrastrados por las lluvias y los vientos, se infiltran en los acuíferos subterráneos, contaminando el agua que bebemos, que usamos para regar nuestros cultivos y que es vital para la supervivencia de la fauna local.

El acceso a agua potable se convierte en un privilegio en muchas zonas rurales y periurbanas, donde la población se ve obligada a consumir agua contaminada, exponiéndose a una serie de riesgos para la salud.

La contaminación del agua no es solo un problema ambiental, es una cuestión de derechos humanos y de justicia social.

Pérdida de biodiversidad: El silencio de las especies que desaparecen.

El glifosato y otros agrotóxicos no discriminan. Su acción letal se extiende a lo largo de todo el ecosistema, provocando un silencioso genocidio de especies.

Las abejas, esos incansables polinizadores, son las primeras víctimas de esta guerra química.

El glifosato ha sido vinculado directamente a la muerte masiva de colonias de abejas, así como a una serie de efectos subletales que afectan su capacidad de orientación, su salud y su reproducción. La desaparición de las abejas no es solo una tragedia para la naturaleza, es una amenaza directa a nuestra seguridad alimentaria, ya que gran parte de los cultivos que consumimos dependen de su labor.

Pero el impacto no se detiene ahí. Los insectos polinizadores, las aves que se alimentan de semillas fumigadas y los anfibios que viven en los humedales contaminados, todos pagan un alto precio por este modelo de producción agrícola.

La pérdida de biodiversidad es una herida abierta en el corazón de la tierra argentina, un eco de una riqueza que se desvanece y que, una vez perdida, nunca se recuperará.

Daño neurológico y malformaciones: La fragilidad de la vida que comienza

El glifosato no es solo un veneno para el medio ambiente, es una amenaza para la vida misma. Médicos argentinos, en un acto de valentía y responsabilidad, han denunciado una alarmante correlación entre la exposición a la fumigación de glifosato y una serie de problemas de salud, que van desde daños neurológicos hasta malformaciones congénitas.

La ciencia ha comenzado a revelar la aterradora verdad. El glifosato, un disruptor endócrino, puede afectar el desarrollo neurológico de los fetos y de los niños, causando daños irreversibles.

Las malformaciones, que en el pasado eran una rareza, hoy se han vuelto una trágica realidad en las comunidades fumigadas. Bebés nacidos con malformaciones en el sistema nervioso, el corazón y el esqueleto son el grito más desgarrador de la tierra que se desangra.

Nuestras mascotas, nuestra familia, nuestras víctimas silenciosas…

En esta historia de desamparo, nuestras mascotas, esos fieles compañeros que consideramos parte de la familia, también son víctimas silenciosas. Los perros y gatos que viven en zonas fumigadas beben agua contaminada, respiran aire cargado de químicos y se alimentan de pasto y tierra que ha sido rociada con glifosato. Los veterinarios han reportado un aumento en casos de enfermedades neurológicas, problemas renales y malformaciones en animales que viven en estas zonas.

Pero la historia no termina ahí. La carne que comemos, el pollo, el cerdo y la vaca, se alimentan de granos y pasto fumigados con glifosato. Este químico, que se acumula en los tejidos de los animales, termina en nuestros platos, cerrando un círculo vicioso que nos contamina a todos, desde la planta hasta el plato.

Un llamado a la acción: Un futuro en juego.

El panorama es sombrío, pero no está todo perdido. El grito silencioso de la tierra argentina es un llamado a la acción, a la reflexión y al cambio.

La solución no es sencilla, pero es imperativa. Es necesario repensar nuestro modelo de producción agrícola, buscar alternativas sostenibles, promover la agroecología y, sobre todo, proteger a las comunidades y a los ecosistemas de los efectos devastadores de los agrotóxicos.

El futuro de Argentina no está en los campos fumigados, sino en la riqueza de su tierra, en la pureza de sus aguas y en la salud de sus hijos, de sus mascotas y de sus animales.

Hay muchos grupos de ambientalistas, especialistas, médicos….que luchan con cientos de miles de casos comprobados de problemas que nos aquejan a todos, pero que quienes deben intervenir en estos casos no escuchan o no quieren escuchar el clamor.

¡¡Es hora de escuchar y tomar medidas!!

El grito silencioso de la tierra y de actuar, antes de que el silencio se vuelva eterno.

Publicado por vickylm57

Soy docente prof.de Educacion Fisica. Prof de Educación Especial. Prof Emerita de Danzas Cid Unesco Francia Escritora y autora de varios libros. Investigadora en Envejecimiento y cuidados del cuerpo, dictando conferencias, seminarios y clases magistrales dentro y fuera del País.

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