Por Silvana Irigoyen

La alarma del celular rompe la quietud del amanecer, pero esta vez. no cuesta levantarse. Es un sábado distinto. Un sábado de senderismo con el CAM ( Club Amigos de la Montaña).
A las 8:30 ya estamos en la Reserva del Club en Campo Alegre, esperando al resto del grupo en el Refugio.
Llega el momento de la reunión, del encuentro con los compañeros de aventura. Son instantes de alegría, de cálidas bienvenidas para iniciar la jornada.

Escuchamos atentamente las recomendaciones de «nuestras guías»: la Pato Moreno y la Colito Isasmendi. Y emprendemos la marcha, desde el refugio que se denomina “Flavio Lisi”, en honor a un destacado miembro del Club.
La tierra mojada exhala aromas a hierbas silvestres y uno se deja estar entre la tierra y el cielo.
El sendero que emprendemos fue acondicionado por el CAM para facilitar el transitar de los visitantes. En algunos tramos, el cuidador del refugio (que nos acompaña), va realizando un despeje mínimo del camino con su machete. Nos comenta que es necesario hacer el control periódico de la vegetación (pasto, ramas de arbustos y enredaderas), para facilitar el mantenimiento y la visibilidad.


Durante la travesía encontramos pasionarias, helechos y cactáceas. Y una variedad de árboles como cebiles, lecherones, tarcos, tipas, algarrobos, churquis, guaranes, y un ceibo «abuelo» imponente, de más de 10 metros de altura.
En los sectores de mayores pendientes, el CAM construyó escalones con las mismas rocas existentes en el sitio, para facilitar la marcha y al mismo tiempo para frenar la erosión.
A lo largo de la senda, observamos carteles que indican la dirección del recorrido, la posición de sitios de interés y los nombres de especies arbóreas nativas. Cabe destacar que el Club llevó a cabo una campaña de forestación en el lugar que incluyó a más de 500 especies. Un compromiso, sin dudas, con el cuidado de la casa común.
El descenso tuvo el condimento de la felicidad por el desafío alcanzado. Otra vivencia más para guardar en la memoria.
El abrazo montañés selló el fin de la jornada y en cada uno creció el deseo de volver a ser camino y caminante.

Fuente:
