Por Lucila Moro

La espiritualidad japonesa nos invita a mirar más allá de las apariencias, nos ofrece la posibilidad de ser parte de una naturaleza reencantada que ya no es un simple montón de piedras y madera, sino un espacio sagrado donde todo es más importante que la suma de las cosas. partes.

Ella describe cómo penetrar no con el cuerpo, sino con lo más profundo de uno mismo, estos espacios naturales para (re)descubrir lo que resuena en lo más profundo de nosotros. Daishizen significa literalmente «gran naturaleza». Para mí, el sintoísmo, el budismo y la poesía forman el tríptico espiritual que nos permite comprender y experimentar la íntima y sutil relación que los japoneses tienen con la naturaleza.

El sintoísmo, primera religión de los japoneses, cercana al animismo, “considera la vida como una energía original que se esparce en cada ser”.

El budismo –Zen en Japón– pretende liberar la mente “de las diferentes cadenas” que la entorpecen y nos hacen sufrir.
El silencio, la meditación en la naturaleza (Buda se despertó bajo un árbol) son prácticas importantes que promueven esta liberación.
La poesía, finalmente, que sigue ocupando un lugar importante en Japón, siempre ha sacado su inspiración, su sabiduría de la naturaleza. Los sintoístas designan bajo el nombre de kegare (“deshonra”) polvo, podredumbre, suciedad, malos olores, diversas efusiones de sangre. La acumulación de kegare debilita y enferma el cuerpo y la mente.

Por otro lado, el chinju no mori, que designa una arboleda sagrada habitada por dioses (kami), es un territorio purificador y revitalizante.
Este espacio es una especie de madera redonda, limpia, en la que te sientes bien y en cuyo centro puedes recargarte de buenas energías. Puedes encontrar este lugar mientras caminas por el campo o en el bosque. También puede ser un pequeño rincón de tu jardín en el que dispondrás un círculo de bambú en macetas o en el suelo, o arbustos.
Lo importante es confiar en tus sentimientos: experimentarás una sensación de seguridad, vitalidad y expansión interior. Algunos lugares parecen serenos, pero nos sentimos tensos, un poco alerta o confusamente incómodos.

Es posible cultivar la energía espiritual de la naturaleza cuidando un bonsái. Estos árboles en miniatura «permiten al hombre cultivar un pequeño espacio sagrado donde puede codearse con la naturaleza y los kami», en el corazón de su entorno material.
La meditación en la naturaleza es a la vez calmante y revitalizante. Pero estos no son sus únicos beneficios. También nos permite sentirnos parte de la gran cadena de la vida. Esta experiencia, que suprime la noción de separación entre cuerpo y espíritu, interior y exterior, hombre y naturaleza, expande nuestra conciencia.
Sal a caminar por una zona boscosa, preferiblemente solo. Presta atención a tus sensaciones corporales, tus sentidos, tu respiración. Entonces deja que tu mirada deambule a tu alrededor; después de un rato se detendrá en un árbol que te atraiga, ve a su encuentro, acércate, pon tus manos en su tronco.

Si siente una sensación de seguridad y bienestar, siéntese a sus pies, elija una postura cómoda, baje la mirada al frente y dirija su atención a sus puntos de contacto con el árbol y el suelo. Da la bienvenida a tus sensaciones, luego vacía tus pulmones en una exhalación larga antes de inhalar profundamente por la nariz y expulsar lentamente el aire por la boca.
Continúa respirando de forma natural sin forzar y prestando atención al aire que te rodea, a los ruidos, a tus sensaciones y a tus emociones. Mantén este estado durante el tiempo que te resulte cómodo.
