Un Océano en Calma y la Tormenta Interior
Por Lucila Moro

El mundo, un vasto océano, anhela la calma.
Los líderes mundiales, capitanes de sus naciones, navegan a través de las turbulentas aguas de la historia, buscando el puerto seguro de la paz universal. Conferencias internacionales, tratados y acuerdos son las brújulas que guían sus trayectorias, pero la paz, como un tesoro sumergido, parece eludir su alcance.
Mientras tanto, en las profundidades de cada individuo, se libra una batalla distinta.

La mente, un océano interior, a menudo se agita por tormentas de pensamientos y emociones. Ansiedades, miedos e inseguridades son las olas que chocan contra las costas de nuestra conciencia, erosionando nuestra tranquilidad.
Ironía de ironías, mientras anhelamos la paz en el mundo exterior, luchamos por encontrarla en nuestro propio ser.
Es como si la humanidad fuera un jardín. En su conjunto, anhelamos un vergel floreciente, donde las flores de la armonía y la cooperación puedan abrirse plenamente.
Sin embargo, cada individuo es una semilla que debe cultivar su propio jardín interior. Si las semillas están enfermas o marchitas, no importa cuán fértil sea el suelo exterior, el jardín colectivo nunca alcanzará su máximo esplendor.
La paz mundial es un ideal noble, pero también es un reflejo de la paz interior. Al igual que un espejo refleja la imagen de quien lo mira, el mundo exterior refleja el estado de nuestra alma.

Si deseamos cambiar el mundo, debemos comenzar por cambiar nosotros mismos.
La paradoja de la paz reside en que, a menudo, buscamos la tranquilidad en el exterior, cuando la verdadera paz se encuentra en nuestro interior.
Es como buscar agua en el desierto, cuando llevamos un pozo dentro de nosotros mismos
¿Cómo encontrar la paz interior en un mundo inquieto?
Es una pregunta que filósofos y espiritualistas han explorado durante siglos. La meditación, la introspección, el servicio a los demás y el cultivo de la gratitud son algunas de las herramientas que pueden ayudarnos a navegar las tormentas interiores.
En última instancia, la paz mundial y la paz interior están inextricablemente ligadas. Al cultivar la calma en nuestro ser, contribuimos a crear un mundo más pacífico. Y a medida que el mundo se vuelve más pacífico, encontramos un mayor sentido de tranquilidad en nuestro interior.

Es un ciclo virtuoso que comienza con cada uno de nosotros.
La paz es un viaje, no un destino. Es un camino que recorremos día a día, momento a momento. Y aunque el mundo exterior pueda parecer turbulento, siempre podemos encontrar un oasis de calma dentro de nosotros mismos.
Tomemos el tiempo de reflexionar sobre este tema tan importante para el bienestar de todos…

