El pasar de los años

Por Lucila Moro

¿Pasa más rápido el tiempo a medida que nos volvemos grandes? ¿Y si la edad adecuada fuera la que sentimos? 

Desafiando escenarios preestablecidos, los mayores de 45 años están reinventando su forma de vida. 

Demasiado jóvenes para sentirse viejos, hablan de una era cambiante. Ciertamente eres un “nold”, una contracción del inglés “never old”, en otras palabras. Estos son los nuevos jóvenes de 45 a 65 años que se sienten realmente fuera de sintonía con su edad real.

El movimiento no llama a la revolución. No rechaza la estigmatización de la que puede sentirse víctima. Ni en la glamorización del gris y el blanco, en esta rehabilitación de la edad y de los “viejos” que trabajan en la publicidad, la moda y los medios.  Porque “viejo”, precisamente, no lo es.

¿De dónde viene este sentimiento universal de no sentirse viejo?

Celebré mi cumpleaños y aun así no me veo envejeciendo.  Parece que no soy la única, y no sabría decirte cuántas personas me han dicho que no se sienten de su edad. El tiempo no parece haber pasado para nosotros mientras avanzamos, maduramos y hacemos balance. No entiendo. No tenemos los medios para capturar estos últimos años. 

Quizás deberíamos haber conservado pruebas de ello, día tras día. Hay que decir que el tiempo pasa, discreto, elegante y perseverante en su transcurso. Nada lo detendrá y nada lo hará cambiar de opinión.  Ella nunca mira atrás. Ella es la vida misma, imperturbable pero siempre en movimiento. 

Lo medimos con nuestros calendarios, lo puntuamos con nuestras Noches viejas.  Sus efectos finalmente se notan en nuestro rostro y cuerpo, más torpe y arrugado. Pero todo esto apenas se nota a medida que avanza. 

Recuerdo haberme propuesto, a los 7 años, el desafío de escudriñar durante un año la metamorfosis de mis manos para captar este paso del tiempo y verme cambiar. Evidentemente no vi nada de nada. Desde mi punto de vista, mi cuerpo sigue siendo el mismo; él es lo que soy, todavía y siempre. 

¿De dónde viene este sentimiento universal de no sentirse viejo? ¿No coincide con su edad

La vejez es lo que algunas personas ven en otras. Mi viejo toque, eres tú quien lo observará. Pero entre mi sentimiento personal y lo que estás viendo, hay todo un mundo ¡todo un tiempo, debería decir!

No tengo la experiencia de mi edad ni de esta duración de caminata.  Si unos pocos indicadores pueden probar los contrastes (algunos hilos plateados en mi cabello, líneas oblicuas en mi cara), nunca veré el pasaje. Por lo tanto, es en los ojos de los demás donde descubro mi edad y, a veces, me divierto, preguntándoles qué edad están dispuestos a decirme. 

Una vida tiene fecha por el estado civil y por la historia. Pero por sí sola, la fecha no tiene nada que decir. Nuestros calendarios acaban volviéndose aburridos, nuestros cumpleaños ya no nos ayudan a captar el tiempo transcurrido. 

Y cuando la medida ya no importa es porque somos lo suficientemente maduros para afirmarnos independientemente de estas miradas y estos relojes. Nuestra incapacidad para identificarnos con lo que nos hace jóvenes o maduros, bien conservados o no, es una resistencia saludable. 

No dejarse describir por una edad es la mejor manera de mantenerse con vida. ¿Por qué parece que el tiempo pasa más rápido a medida que envejecemos?

Cómo pasa el tiempo… Quienes miran la foto de su permiso de conducir conocen bien la expresión. 

Nuestros mayores incluso lo usan regularmente, a veces complementándolo con «cómo creciste». ¿Cómo podemos explicar este sentimiento inquietante? ¿Por qué, a partir de los cuarenta años, para algunos los años se convierten en minutos, en un abrir y cerrar de ojos?

Envejecimiento cognitivo

Desde los años 70, numerosos trabajos científicos han tratado de comprender este misterioso fenómeno, nos cuenta la neuro psicóloga Sylvie Chokron.  Una de las vías más prometedoras tiene que ver con el envejecimiento cognitivo. 

“Con la edad la velocidad de ejecución se ve más afectada; pensamos, actuamos, solucionamos los problemas más lentamente”.

La culpa la tiene la mielina, esa sustancia blanca que protege nuestras neuronas, que con el paso de los años se vuelve menos eficaz y provoca una peor circulación de los impulsos nerviosos.

¿Resultado? 

Cada tarea nos lleva más tiempo del habitual para completarla, lo que en última instancia reduce el número total de tareas diarias completadas. Evidentemente, si miramos nuestra agenda y no llegamos a la cuota habitual, nos quedamos con la impresión de que el tiempo pasa más rápido. Y al generar una especie de carrera por la utilidad de cada minuto, el mundo laboral actual no hará más que reforzar esta brecha entre las últimas generaciones.

Cuando el reloj interno falla

A medida que envejecemos, el cuerpo también es más sensible a la falta de exposición a la luz, lo que contribuye, entre otros factores, a alterar el reloj interno, llegando incluso a modificar el ciclo sueño-vigilia y, de hecho, la percepción del tiempo… 

“Experimentos científicos realizados bajo tierra, especialmente en una cueva, confirman que la permanencia prolongada en la oscuridad, sin noción de horas o días, aumenta la pérdida de marcadores temporales y la desincronización del sueño”, especifica Sylvie Chokron.

Cuanto más raros son los acontecimientos que llaman nuestra atención, más reducen nuestra percepción del tiempo.

MAËL LEMOINE, FILÓSOFO EN CIENCIAS MÉDICAS

El cuerpo y el cerebro también son más sensibles a la falta de sueño.  Con la edad, las ganas de dormir se vuelven más frecuentes durante el día, y si sucumbimos a ellas en exceso, estas siestas nos dejan la sensación de que el día ha pasado más rápido.

“Cuando esta percepción se distorsiona al extremo, como es el caso de las enfermedades neurodegenerativas, impacta no sólo en el ritmo biológico sino también en nuestra saciedad y nuestro comportamiento general.  Estos ancianos a veces no saben qué año es”, precisa la neuropsicóloga Sylvie Chokron.

Una mirada a los recuerdos

Obviamente, la aceleración (o desaceleración) de la percepción del espacio temporal sigue siendo subjetiva, insisten los especialistas.  Todo depende del estado de ánimo en el que realizamos las actividades, y de las emociones que se desprenden de ellas. Así, un personaje ansioso verá pasar sus días a gran velocidad, mientras que una persona presa de la melancolía, del aburrimiento, morderá cada vez más. 

“Cuanto más raros son los acontecimientos que llaman nuestra atención, más reducen nuestra percepción del tiempo”, añade el filósofo Maël Lemoine.

Para comprender por qué la sensación nos habita, debemos también, y como era de esperar, recurrir al tiempo que nos separa de la muerte. Puede hacer que los ancianos afectados se den cuenta de que su tiempo de vida es limitado, generando un sentimiento de urgencia, de ansiedad, que inevitablemente acelerará la percepción temporal, resume Maël Lemoine.

¿Cómo pisar el freno, sobre todo si las manecillas del reloj nos hacen sudar? 

Como nos han explicado los expertos, nuestra percepción del tiempo se basa en la cantidad de experiencias significativas que creamos en un período determinado.  Partiendo de este principio, la neuropsicóloga Sylvie Chokron nos invita a darle más significado a nuestras acciones y a los recuerdos que dejan tras de sí. 

“Escribir es una buena manera de proyectar un momento, experimentarlo y luego recordarlo”, sugiere. Cuanto más conscientemente vivamos estos momentos, más largos nos parecerán en retrospectiva”.

 

Fuentes: 

  • (1) Un día en el cerebro de Anna, de Sylvie Chokron, ed. Eyrolles.
  • (2) Pequeña filosofía de las arrugas, Maël Lemoine, ed. Hermann

Publicado por vickylm57

Soy docente prof.de Educacion Fisica. Prof de Educación Especial. Prof Emerita de Danzas Cid Unesco Francia Escritora y autora de varios libros. Investigadora en Envejecimiento y cuidados del cuerpo, dictando conferencias, seminarios y clases magistrales dentro y fuera del País.

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