Por Lucila Moro

Sobre la cama, bajo la silla, dentro de una caja de cartón, bajo los muebles iluminados con la luz de la mañana, en todos los armarios del mundo, hay ropa, que guardamos, por afecto, recuerdos de nuestras abuelas, y madres ….
Según mi mirada, la diversidad se asocia con distintos aspectos, entre ellos diferencia e identidad; al hablar de diferencia es importante hacer referencia a la identidad, rescatando varios de sus usos, tanto a nivel individual como grupal.

Se dice que es la variedad, la infinidad o la abundancia de cosas diferentes; la desemejanza, la disparidad o la multiplicidad.
Quiero señalar que la diversidad (y también la desigualdad) son manifestaciones normales de los seres humanos, de los hechos sociales, de las culturas.
La diversidad cultural ha sido definida como la multiplicidad de formas en que se expresan las culturas de los grupos y sociedades. Es también una manifestación de la diversidad de la vida en la tierra.
Una educación debe apostar a transitar por un itinerario plural y creativo, sin reglas rígidas que definan los horizontes de posibilidades. ¡Más divertido!

La diversidad tiene que ver con la representación o la composición de una entidad. La inclusión se trata de que también se valoran e integran en un entorno las contribuciones, la presencia y las perspectivas de diferentes grupos de personas y épocas.
Incluyamos también las emociones a sentir o re descubrir materiales nuevos o diferentes. La misma vida es transformación a cada instante.
El ‘upcycling’, o suprareciclaje, es una práctica artesanal de transformación textil en la que, los elementos de deshecho se resignifican para crear prendas de valor con nuestra historia propia.

Esta propuesta plantea la urgencia de cuestionar el consumo de la moda, con un enfoque de rebeldía.
Mi mamá cosía trapitos cuadrados de cocina con cualquier tela que, aparentemente, no servía. Así, donde yo veía basura, mi mamá encontraba una posibilidad de transformación. Ella era una artesana del ‘upcycling ’, pero yo no lo sabía.
El «upcycling» es una respuesta de rebeldía en la historia de la moda.
El ‘upcycling’, siendo un acto de creatividad consciente, es parte de la moda lenta.

Después de las guerras y las pérdidas materiales que trajeron consigo, la moda fue una apuesta por la búsqueda de la identidad. La gente ya no pensaba en adquirir ropa para heredar, sino, en conseguir prendas que revolucionaran el entorno y permitieran reencontrar su individualidad perdida.
Entonces, las marcas de ropa, contemplando esa necesidad, empezaron a abastecer con más prendas, rápido y a menor costo; allí está el origen del «fast Fashions» presente hasta la actualidad.

Como ejercicio artesanal es ideal para personas creativas y dinámicas, pero no es fácil de hacer y es costoso porque no se puede producir en masa.
Hoy, vestirse es comprar una golosina líquida que se diluye rápidamente. Estamos en un proceso de consciencia y cambio de hábitos de consumo, además, hay un grado de correspondencia entre las generaciones inmersas en las redes sociales y el conocimiento del impacto ambiental que esta industria genera.
Como lo indica la ONU en 2019, es la segunda industria más contaminante y responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global.
¡Cada prenda es una historia de vida!
Sobre la cama, bajo la silla, entre una caja de cartón, bajo los muebles iluminados con la luz de la mañana, en todos los armarios del mundo, hay ropa; hay en esas prendas una historia: una memoria que se desconoce o que, se difumina en el tiempo.
La moda son historias que podemos contar y con las que nos vinculamos para presentarnos al mundo. La moda, en su condición más humana dialoga con la cotidianidad y nuestros sentimientos y emociones más íntimas.

Pero, cuántas veces sentimos sensaciones y nos interrogamos acerca de dónde viene aquello con lo que se envuelven nuestros cuerpos.
¿Qué manos trenzan los hilos? ¿Qué dicen acerca de nuestra identidad los colores, los diseños, las texturas que elegimos? ¿Cómo respira la piel si usamos material orgánico (el algodón, por ejemplo) en lugar de fibras sintéticas (como el poliéster)? ¿Cuestionamos nuestra forma de consumo en una sociedad que prioriza la tendencia, lo nuevo, lo inmediato?
¡Por supuesto que No!
En contraparte, el «slow fashion», cuestionando las prácticas de la inmediatez y el consumo masivo, piensa en términos de sostenibilidad medioambiental y propone una mirada hacia lo que se hace con la intención de perdurar en el tiempo. Es parte de la moda lenta.
Esta riqueza y variedad puede aportar grandes aprendizajes a los niños, adolescentes y adultos: tanto para sentirse comprendidos y aceptados por los demás, como para desarrollar su creatividad, comprensión y solidaridad con quienes vivieron, viven, estuvieron y/o están en una posición diferente de desigualdad de oportunidades, ante un mundo convulsionado cada vez más difícil de entender y aceptar.

