Los pequeños universos de tres poetas esenciales: Ariel Petrocelli, Manuel Castilla y Abel Mónico Saravia
Por Silvana Irigoyen

Qué se amontona en la noche?
¿Qué canción vuelve a crecer?
¿Qué vino por las cantinas
florece al anochecer?¿Por qué viene la baguala
Canción de las Cantinas. Manuel Castilla-Ramón Navarro
y aquí se pone a doler?
¿Por qué sobre ella se duerme
y nos llama una mujer?
El cancionero popular de nuestra tierra es un «corpus» a explorar que nos conduce a las raíces de nuestra América profunda; a las historias que nos «dicen» como país, hermanados en tan diversa, dolorosa y conmovedora belleza. El cancionero nos posibilita la entrada a esos mundos creados desde las experiencias de la otredad. Nos permite la experiencia de los otros; experiencias que podemos vivenciar desde las voces ajenas, y que llegamos a sentir tan nuestras.
Adentrarnos en el territorio de la poesía del cancionero en Salta es transcurrir por esos otros tiempos y espacios, que nos van completando; les van dando sentido y espesor a la existencia propia.

Canciones con fundamentos que nos abren al vértigo de pensar y pensarnos desde el lugar de una identidad lúcida y militante; comprometida con esa historia común que nos hermana.
Hoy canto por no llorar
ya que mi dolor es tanto
que si a llorar me pusiera
llenaré mares de llanto
La pena que hay en mi canto
es de tal profundidad
que ni el pozo más profundo
se le puede comparar
Abel Mónico Saravia. «Cantar»
El mes de agosto en nuestra provincia norteña dio a luz a estos tres grandes compositores salteños: Ariel Petrocelli, Manuel Castilla y Abel Mónico Saravia.
Un 11 de agosto de 1937 iniciaba su travesía terrenal el poeta Ariel Petrocelli.


El 14 de agosto de 1918 la tierra abrazó la vida de Manuel José Castilla, el Barba.
Y un 24 de agosto de 1928 Salta abrigó la humanidad de Abel Monico Saravia, Abicho.

Nuestros poetas vinieron al mundo en búsqueda de la poesía: “el paisaje, el cielo, los rostros de los demás, las imágenes y palabras que crean nuestra especie”.
Como observadores de la naturaleza, y del ser humano y sus acciones captaron con ojo avizor la esencia de esa simbiosis del ser y el estar o el «estar siendo» entre estos cielos y estas montañas.
ZAMBA DEL ÁNGEL
Letra: Ariel Petrocelli
Música: Hugo Díaz
Dijo mi madre
que cuando me lleve la vida a la ruta del pan,
y ella falte a cuidarme,
y no esté su consejo
ni esa luz que la sangre sabe dar.
Habrá un ser a mi espalda
con mi forma y con alas
y que ángel se llama y es mi bien.
Dijo también que aquel ángel
invisible a todos y también a mí,
el que en aires de sombra
con un viento en el alma
me daría en su savia la verdad.
Así fue que seguro eché rumbo a la vida
con la fuerza del ángel en mi andar.
Después, con el tiempo me fui
por soles que van a la ansiedad.
Pero el ángel no estaba
lo perdí con la infancia
de la escuela a la casa, tiempo ayer.
Soledad del intento
de gritar con los sueños
la verdad que en el hombre no se dio.
Cuando la luna en su viaje
me rompe las noches en un ángel de alcohol,
me desangro en las mesas
y la luz de un amigo
es el ángel que guarda mi dolor.
Y la calle me junta con un ángel distinto
con un hombre cualquiera, como yo.
Duele saber que la cosa
que quise de niño fue piel de ilusiÓn
y que el ángel camina
con los pies del cansancio
que nos deja la vida por luchar.
Y se muere el relato de la madre que un día
nos dio un ángel de guía con su amor.
CANTORA DE YALA
LETRA: Manuel Castilla
Musica: Gustavo Leguizamón
Santa Leoncia de Farfán,
De la Quebrada de Reyes,
Baja a las carpas de Yala
Con setenta años que tiene.
La harina del Carnaval
Le pensamienta las sienes
Cuando sobre el mujerío
Su canto finito crece.
Alegre como pocas
Doña Santa se amanece,
El manantial de sus coplas va
Por senderos viejos,
El manantial de sus coplas va
Despenando su soledad.
No hay una pena de amor
Que por su boca no queme
Ni hay en la carpa baguala
Que por ella no se queje.
La chicha al amanecer
En los ojos se le duerme
Hasta que un golpe de caja
Cantando la reverdece.
VELAY NO SÉ (Zamba)
Letra y Musica: Abel Mónico Saravia
Será que la vida es corta
o largo el tiempo; velay no sé;
volando pasan los años
o yo estoy quieto; velay no sé.
Será que canto de pena
o de alegría; velay no sé;
tal vez será que cantando
llore y me ría; velay no sé.
Será que mi vida es tuya,
la tuya es mía; velay no sé;
quizás de tanto quererte,
seas mentira; velay no sé.
¡Qué tarde nos conocimos
que no recuerdo; velay no sé:
por qué me fijé en tus ojos,
tus ojos negros; velay no sé!
¡Qué tono teñía los cielos
de nuestro ocaso, velay no sé;
mi vida estaba en tus ojos
y tú en mis brazos, velay no sé!
¿Por qué será que el camino
día y noche va, velay no sé
lejos siempre de las cosas
que el alma espera; velay no sé?
Estos poetas supieron leer la vida; las de las sociedades en que vivimos y las que están más allá de nuestras fronteras. Supieron leer el mundo desde la región que los albergó. Esa es la esencia de sus obras: «la sabiduría que viene de la tierra que habitamos y amamos» .
La memoria agradecida.
Uno mismo es el árbol y será la madera y será el ataúd con que viaje a la tierra. Uno mismo la nada que vendrá con los siglos, la memoria total de lo que nunca fuimos. Uno mismo en el agua y uno mismo en el fuego fundará por fundar este mismo universo”.
Ariel Petrocelli


Gracias por difundir las grandes voces del cancionero popular!!!
Me gustaMe gusta
Una sección q faltaba en la revista!! Gracias
Me gustaMe gusta