Por Lucila Moro

Nadie posee la fórmula para vivir mejor. Como es personal e intransferible, cada cual hace su escuela en la propia experiencia. Si es cierto que las personas con mayor felicidad contagian y estimulan con sus actos cotidianos. Irradian optimismo y a la vez no ostentan su estado habitual.
La sabiduría de grandes hombres a lo largo de la historia dejaron sus saberes escritos. El siguiente concepto quizá sea el mas digno sintetizador del camino que conduce a un mejor vivir: “Señor, otórgame serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar; valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.
Alude a la capacidad de tolerar lo diferente a uno. Refiere a la fortaleza psíquica para enfrentar los cambios y tener la capacidad intelectual de distinguir lo que parece igual y sin embargo es distinto.

Finalmente, la construcción del mayor y continuo bienestar, es tarea diaria. Se estimula con actos pequeños, tal vez intrascendentes, pero que además, hacen felices a otras personas. Estos pequeños actos nacen de la convivencia armoniosa entre la cortesía, el buen trato, el respeto, la simpatía, la tolerancia y la capacidad de esperar. Todo ello sin perder convicción y fortaleza para marchar hacia donde deseamos.
Me gustaba conversar con mi padre, era de esos seres capaces de conectarnos con las partes escondidas en cada uno. Era un ser sensible y vivía en paz con su alma.

No sigas el camino de todos, empéñate en buscar el tuyo, no solo el de la vocación y trabajo, tan necesario en este mundo occidental. Sino el otro. Que es íntimo y, tan personal, que ni nuestros seres queridos lo saben.

En ese camino miramos diferentes y así vemos lo que no todos ven. Nos conecta con emociones profundas. Alojadas vaya a saber desde cuándo, y esperan el momento para emerger, que no llega por casualidad. Es búsqueda. Es encuentro. Y permite descubrir el particular brillo de ojos de los amigos.
El de tristezas escondidas, o el de satisfacciones, que destellan y por eso es visible. Pero al descubrir el sufrir de gente querida, es donde tu cercanía, tus palabras o simple escucha, se transforma en un acto tan amoroso como saludable.
No te olvides, me decía mi padre siempre, que para descubrir esas emociones en otros, primero debes reconocer las tuyas. Hallarás una sensibilidad que conecta de otra manera con el mundo.
No dejes de buscar. Es un camino solitario pero abundante de buenos y profundos sentires».

