El Calafate- Santa Cruz- Argentina
Por Claudia Fernández Vidal

No es hielo, es la tierra que nos cuenta una historia...
Hay muchas cosas en esta vida que son un misterio y otras tantas un absurdo, una dicotomía, una injusta manifestación tal vez de lo que es premio o merecimiento.

No te voy a contar sobre mi historia, sino que todo esto te lo cuento porque el argentino que más trabajó por los límites Patagónicos entre Argentina y Chile, el primero que plantó una bandera allá por el 1877, recorriendo y caminando estos suelos helados, el Perito Moreno, nunca llegó a conocer los glaciares, y estaban tan cerca de sus viajes, pero así son las cosas y la historia, y por eso este maravilloso glaciar lleva su nombre.
Es tan bello este lugar de la Patagonia, que la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad, para preservar y proteger su fauna y sus bosques.
Salí bien tempranito desde el Hostel para llegar al glaciar. El camino bordeado de pampas y después de bosques ya nos iba mostrando todo el despliegue de matices de estos lados. Cadenas de montañas al fondo con nieves eternas, cielos purísimos en sus colores y un frío que se siente intenso. Hay que llevar bufanda, gorro, guantes, campera abrigada y los ojos dispuestos a mirar toda esta maravilla. Hay bosques petrificados en el camino también, y si tenes suerte podrás ver huemules de cuernos enormes, vacas cimarronas pastando, zorros grises y algún ñandú petiso.
Yo vi pájaros carpinteros trabajando con ganas en su árbol, picaflores de cabecitas rojas, y cóndores sobrevolando la inmensidad. El glaciar Perito Moreno es una cosa de locos !!! las fotos no pueden mostrarte toda esta hermosura pero se le acercan mucho. Tiene 5km de largo y 60 metros de alto esta masa de hielo polar con picos de miles de formas. El turquesa y el azul en todas sus gamas son parte de la paleta de colores que vas a descubrir.

Navegar el lago Argentino de color turquesa también para acercarte al glaciar es maravilloso, a pesar de viento profundo y el frío, al final el barco apaga motores y el silencio de la mañana rodeados de esa masa de hielo azul, de blanco incandescente, y pájaros azules y negros planeando el cielo son recuerdos impagables, esos ratitos para guardar en el cajón de las emociones buenas.
La bandera argentina flamea a lo lejos y desde el enorme ventanal de madera y vidrio del barcito polar el humo del chocolate caliente me devuelve a tierra, alfajor con dulce de leche y un chocolate más para la vuelta.
Pienso en el camino cuánta belleza tiene mi país, tanta magia y esplendor la naturaleza. Al hielo volveré, más abrigada, con espacio en la memoria para sacar más fotos y un corazón lleno de más belleza.
Solo así me gusta volver. Toco madera y pido chocolate. La mochila quiere viajar.
La dueña también.









