CERROS TUCUMANOS – Argentina

Por Claudia Fernádez Vidal

Los que nunca se harán olvido… Atahualpa Yupanqui

Dicen los mapas que estos cerros tienen más de cien curvas, la verdad que nunca he contado las curvas, si se que son muchas, y como buena tucumana recorrí estos cerros muchas veces.

Aquí en Tucumán todo queda cerca. El cerro San Javier es enorme y a sus pies está El Corte, un espacio verdeazul, luminoso y hermoso que va desplegando colores amarillos, naranjas, verdosos, en pequeños bosques que bien podrían competir con algún paisaje de la película El Señor de los anillos, donde de a ratos el sol se pierde por completo entre las grandes ramas que forman una cúpula cerrada, envolviendo pájaros y mariposas de colores.

El camino sigue avanzando entre curvas cerradas, balcones desde donde la ciudad y las luces parecen una cuadrícula de verdes y marrones terrosos perfectos. Helechos, hortencias, y árboles de todas las clases van armando esta maraña verdeflor, con caminos y sendas embarradas que te llevan bien adentro del bosque, del cerro, de las yungas tucumanas. Aqui las plantas destilan humedad y chorrean su savia que servirá de abono a la tierra negra y mojada de este suelo. El cerro es húmedo y fértil, casi como una mujer, será por eso que siempre sigue creciendo, y dejando hijos nuevos, plantas y flores.

A 1800 msnm está la parte más alta donde podes ver el gran Cristo blanco, obra del artista tucumano Iramain, que dejó que sus manos hagan la otra parte, la que la naturaleza no puede.
Parapentes de colores planeando estos cielos, caballos sueltos salvajes arrancando flores, pastando en el llano, una enorme mole de cemento de la inconclusa Ciudad Universitaria abandonada a media obra, viento suave y un sol amable son alguna de las cosas que podes ir viendo y sintiendo por estos lados. Un olorcito a tierra mojada por las mañanas, un cielo estrellado por las noches. Una luna gigante y amarilla marcando territorio y acaso también protegiendo.

El cerro es para ir siempre, a respirar aire puro, caminar sin prisa, abrazando el momento presente, el único real, y aquí se nota mucho.
Desconectate y subí el cerro, podés ir en colectivo, caminando, en bicicleta, o cómo elijas, pero ir es lo que te cambia. Siempre.

Publicado por calaviajera

Claudia Gabriela Fernández nació en la provincia de Tucumán. Diseñadora de Interiores de la Facultad de Artes de la UNT. Chef. La escritura es un camino que decidió incursionar frente a grandes interrogantes que se fueron sucediendo en su vida. Asistió y participó de talleres y antologías en la provincia de Tucumán. Su primer relato seleccionado fue en el año 2015 para Editorial Dunken en el libro A la Luz de los Caireles. En el año 2017 obtuvo la mención especial en el primer concurso de cuentos Eduardo Perrone organizado por el colectivo cultural independiente ESCUCHARA. En octubre de 2018 presentó su primer libro, POCHO Y LA UBALDINA UN PÌCARO DUENDE SOÑADOR, audio libro que va acompañado por una obra de marionetas. Proyecto con el que incursiona en escuelas y colegios con presentaciones para niños. Participó de la Expo Libros Salta en el Cabildo en el 2019 invitada a presentar también allá su libro. Cursó un postgrado de Escritura y Creatividad en la FLACSO Argentina, Facultad latinoamericana de ciencias sociales, una Diplomatura de cine argentino ficción y realidad en la UBA, y un taller de Dramaturgia que le ha dado las herramientas para el próximo proyecto, una comedia teatral. En diciembre de 2019 presentó su nuevo libro Historias Mínimas de un día Cualquiera en la casa Succar.

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