Por Claudia Fernádez Vidal
Los que nunca se harán olvido… Atahualpa Yupanqui
Dicen los mapas que estos cerros tienen más de cien curvas, la verdad que nunca he contado las curvas, si se que son muchas, y como buena tucumana recorrí estos cerros muchas veces.



Aquí en Tucumán todo queda cerca. El cerro San Javier es enorme y a sus pies está El Corte, un espacio verdeazul, luminoso y hermoso que va desplegando colores amarillos, naranjas, verdosos, en pequeños bosques que bien podrían competir con algún paisaje de la película El Señor de los anillos, donde de a ratos el sol se pierde por completo entre las grandes ramas que forman una cúpula cerrada, envolviendo pájaros y mariposas de colores.



El camino sigue avanzando entre curvas cerradas, balcones desde donde la ciudad y las luces parecen una cuadrícula de verdes y marrones terrosos perfectos. Helechos, hortencias, y árboles de todas las clases van armando esta maraña verdeflor, con caminos y sendas embarradas que te llevan bien adentro del bosque, del cerro, de las yungas tucumanas. Aqui las plantas destilan humedad y chorrean su savia que servirá de abono a la tierra negra y mojada de este suelo. El cerro es húmedo y fértil, casi como una mujer, será por eso que siempre sigue creciendo, y dejando hijos nuevos, plantas y flores.

A 1800 msnm está la parte más alta donde podes ver el gran Cristo blanco, obra del artista tucumano Iramain, que dejó que sus manos hagan la otra parte, la que la naturaleza no puede.
Parapentes de colores planeando estos cielos, caballos sueltos salvajes arrancando flores, pastando en el llano, una enorme mole de cemento de la inconclusa Ciudad Universitaria abandonada a media obra, viento suave y un sol amable son alguna de las cosas que podes ir viendo y sintiendo por estos lados. Un olorcito a tierra mojada por las mañanas, un cielo estrellado por las noches. Una luna gigante y amarilla marcando territorio y acaso también protegiendo.



El cerro es para ir siempre, a respirar aire puro, caminar sin prisa, abrazando el momento presente, el único real, y aquí se nota mucho.
Desconectate y subí el cerro, podés ir en colectivo, caminando, en bicicleta, o cómo elijas, pero ir es lo que te cambia. Siempre.
