Por Claudia Fernandéz
Abrazando la tierra de los desterrados…
Las Ruinas de Quilmes pertenecen a una de las ciudades prehispánicas más antiguas de la Argentina. Aquí vivían los indios Calchaquíes que eran de la etnia de los Diaguitas, y fueron descubiertas por un arqueólogo en el año 1897.



Un siglo sobrevivieron estos indios hasta su destierro a manos de los colonizadores españoles, los cuales los obligaron a abandonar su tierra y fueron llevados caminando hasta Quilmes en Buenos Aires. Por eso te decía antes que estoy abrazando la tierra de los desterrados, esa crueldad que solo el ser humano es capaz de hacer a otro ser humano.



Llegar aquí es sumergirse en la historia, la Ciudad Sagrada de Quilmes es enorme, y va creciendo hacia arriba, con sus construcciones de piedra formando pequeños cuadrados que antiguamente fueron la morada de sus habitantes. Aquí el aire de respira purísimo, el cielo y las enormes cadenas de nubes parecen que siempre están al alcance de la mano. Respirá hondo y segui trepando, mirando todo desde bien arriba, disfrutando los cardones con sus enormes flores blancas y amarillas.
Desde arriba todo parece un mapa antiguo, con líneas que van formando caminos, y uno que resalta entre todos, acaso será ese por donde los indios partieron caminando ???. Piedra gris, cardones en flor, caminitos bordeando cornisas, balcones con improvisados bancos de piedra para mirar todo, llamas y alpacas apareciendo en el camino, colgadas de la montaña, su montaña, sus ruinas, su ciudad sagrada.


Casi siempre que vengo está por llover, y después el sol enorme aparece detrás de las piedras, bañando de luces y sombras estos espacios sagrados.
En el museo que está abajo podes ver restos arqueológicos de urnas funerarias arcos, flechas, piedras talladas, y conocer un poco de qué se trata esta cultura.



Las ruinas de Quilmes están pasando Amaicha Del Valle y pertenecen al departamento de Tafi Del Valle aquí en Tucumán.
El sol ha comenzado a desaparecer y el viento sopla fuerte, llevando a su paso un silbido que parece despertar a los antepasados,o tal vez es la flauta de pan y su melodía que desde algún lugar un indio toca recordando su lamento de haber sido desterrados de su tierra.

Bajo mis zapatillas las piedritas también suenan a música, esa que solo se escucha en el profundo silencio. Antes de partir saludo al Dios Sol al que sus habitantes adoraban y me alejo despacio de la ciudad sagrada, dormida, llena de misterios y mística.
Las piedras no son solo piedras, aquí cuentan una enorme historia.
Volveré …



