Por Claudia Fenández Vidal
Hace un año exactamente presenté un libro, Historias Mínimas de un día cualquiera, aquí en mi querido Tucumán. Dentro de los agradecimientos hago una mención especial y en letras mayúsculas: A MIS VIAJES QUE ME HAN CAMBIADO, y así lo siento y por eso también hoy estoy escribiendo para ustedes. Seguiré escribiendo y viajando todas las veces que pueda.

Viajar me ha ayudado a mirar de otra forma otras cosas, me mostró que el mundo es agradable si yo tengo esa energía también. Todos en cualquier lugar del mundo hacen cosas parecidas, les y nos ocurren casi las mismas cosas.



La primera persona que me ayudo en la estación de trenes en Nueva York a cargar mi valija era cubano, y después un chico de Panamá y el break dance en el pasillo del tren por chicos del país del Norte ya me iba mostrando la amplitud de las diferencias, razas, idiomas, todo eso que va más allá de la ropa, las zapatillas y las marcas que etiquetan las cosas. Viajar es libertad, es todo eso que te hace seguir mirando más allá.



La puna jujeña y sus pequeños pueblitos me enseñaron el valor del silencio, cuidar las palabras y que sean suaves como el viento cuando pasen, que se las lleven los remolinos cuando son feas. La montaña fue una gran maestra también, no hay porqué cargar pesos innecesarios, hay que trepar con lo único imprescindible para llegar, tus ganas, la confianza en vos mismo. Tucumán y sus cerros plagados de verdes, helechos y hortensias en degradé de violetas. Salta y su belleza colonial. Jujuy y la humildad de su gente más la hermosura de sus cerros y quebradas.


Buenos Aires y todo su encanto, su arquitectura perfecta y llena de misterios en edificios de antaño, su locura andante, sus teatros, su música, la sabiduría fresca de los taxistas. El obelisco, la 9 de Julio. El puerto, La Boca…
La cordillera de Los Andes y la magia de sus montañas y nieves eternas, el frío hasta los huesos por las noches, la belleza deslumbrante que no te deja distraerte del paisaje. La Patagonia Argentina y la inmensidad apabullante, misteriosa, deslumbrante en cada anaranjado amanecer. La belleza sin tapujos de Chile, Torres del Paine, Viña del Mar. Las Iglesias blancas y de adobe de la Quebrada, las calles de tierra talquina, el café y el dulce de leche donde quiera que vaya.


La sonrisa de todos aquellos que el mundo ha puesto en mi camino, las caminatas por los cerros, por calles perdidas, por los Salares, por la orilla del mar. La mano huesuda y la sonrisa enorme de aquella mujer negra y africana que vendía carteras en una esquina de la 5 Avenida. Los recuerdos que otros me pasaron de sus caminos. Todos los soles, las lunas, las estrellas de todas las noches, la lluvia de las siestas de invierno, una guitarra, un violín, el saxo a la salida del subte en Brooklyn. Los museos, su belleza, el arte y todas las emociones sentidas. La gente. Los trenes. El viento. Los ríos. Las piedras. La Garganta del Diablo, las florcitas secas en los campos . La historia. Los héroes y su legado. El amor. Los llamados. La primera vuelta de la llave. Mi cansancio. Mis ganas. Todos mis sueños.
Todo eso me dio viajar y me hará seguir viajando y escribiendo
Feliz Navidad y Buen Año Nuevo. Que la magia nos deje continuar.
Gracias!!!
