(A Don Abel Mónico Saravia)
Por José Cantero Verni
Galopa Abel por la senda
sonriendo del cielo baja,
la noche al verlo suspira
profundamente y lo abraza.
Trae en el pecho el retumbe
inmenso de una baguala,
con esa luz infinita
ardiente de su mirada.
En la noche se recorta
su figura de patriarca,
con ese porte de gaucho
de poncho, sombrero y barba.
El monte de centinela
en su nombre monta guardia,
los grillos cubren sus flancos
y los ángeles su espalda.
La muerte no puede herirlo,
ni el diablo con su arrogancia,
como un caballero andante
sin miedo alguno cabalga.
Poeta de mil caminos,
trovador de la distancia,
que dicen tiene un romance
con la luna de Gualiama.
Al verlo pasar los cerros
respeto y silencio guardan,
de ladero desde el cielo
el lucero lo acompaña.
Galopa Abel por las noches,
galopa por toda Salta,
mientras siente bien adentro
la voz de la tierra gaucha.
Aromas de carnavales
suelta al aire cuando pasa,
y allá en Cerrillos despierta
lo espera La Cerrillana.
Los fogones lo recuerdan
y a cantar siempre lo llaman,
con el sentir del folklore
sonando en cada guitarra.
Con rumor de guardamontes
Abel por la huella avanza,
al viento los guardamontes
parece que fueran alas.
Lleva en los ojos el pago
y en las venas una zamba,
con el giro de un pañuelo
y la poesía en el alma.
Jinete del mismo viento
que firme sin riendas viaja,
que se hace caja en la copla
y vino en las serenatas.
Que dicen tiene un romance
con la luna de Gualiama,
y se junta con los duendes
en ronda a pitar un chala.
Los ecos cantan al verlo
desde el valle a la quebrada,
y toda Salta lo nombra
Abel Mónico Saravia
Las Tertulias de Juana Manuela 