Por Claudia Fernández Vidal

«Me gusta Jujuy, mi Jujuy, por las tardes
y sentirme color del paisaje
o llegarme a la viña y un vino tomar
antes que la tarde se apague…» (T. Lipán)
Anoche ha llovido y Purmamarca amanece silenciosa y bella. Los grillos y bichos de luz hicieron concierto hasta el amanecer y seguramente habrán visto a más de un pata i lana caminar por esas callecitas de tierra que parecen pequeños callejones.
El cerro de siete colores se despliega ante los ojos como la Niña Virgen y primeriza que descubre el amor por primera vez, así resulta siempre mirar estos cerros que encierran a este pueblito, todos los colores parecen primeras veces ante los ojos que lo miran como nuevo también.



La plaza 9 de Julio tiene árboles añejos que le dan ese aire fresquito a todas horas, a la vuelta la feria de artesanos forman un anillo multicolor que le dan ese toque de ciudad más grande, porque cuando te alejas un poco de la plaza todo es marrón, de casas de barro y techos de paja, puertas y ventanas descoloridas por el paso de los tiempos, los vientos, las heladas de las primeras horas de la mañana.

La gente es tan amable por estos lados, hacen tantas cosas lindas, trabajan la arcilla, la lana de llama y vicuña en telares que despliegan en los patios de las casas con el escenario magnífico del cerro como límite horizontal y vertical.
La iglesia Santa Rosa de Lima es del 1648, toda blanca, toda silenciosa, con pinturas antiquísimas colgadas en sus paredes poderosas de adobe.

Purmamarca según la lengua aimara de origen prehispánico del siglo XVII significa Pueblo de la tierra virgen.
El paseo de los Colorados es un camino que vale la pena recorrer caminando, descubriendo más cerros, más picos de diferentes formas en las montañas que surgen como si fueran hijos, hijas de la tierra colorada y caliente cuando el sol se pone arrabalero y te quema la cara aunque no lo quieras.
Desde arriba se puede ver el trazado del pueblito, las chacras de verduras bien fresquitas, los pequeños viñedos en hileras prolijitas que después serán vino patero, vino dulce, vino de las horas felices en los carnavales atravesados por banderines de todos los colores que desafían al viento a capa y espada.

Todo es silencio profundo, tortilla a las brasas y mate con yuyito, si te animás al muña muña a lo mejor se te acelera el corazón y seguro te pide volver a respirar este aire profundo de las mañanas, disfrutar la mermelada casera en el desayuno con esa musiquita que solo aquí podés escuchar: la que te sale desde el alma cuando te volvés silencio. Así es Purmamarca, disfrutar de lo que va pasando a cada ratito aunque a veces creas que el reloj se ha detenido.

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