Jaime Dávalos: «El nombrador»

Por Silvana Irigoyen

Convertir la ceniza en piedra, el miedo en fuego, la quietud en viento…

Jaime Dávalos

Nombrar es mundificar. Poner nombre al espacio es una de las formas primordiales del anclaje humano en el mundo. En efecto, no puede haber hombre sino como » ser en el mundo» y a su vez, para que haya mundo, el hombre tiene que hacerse presente en un lugar concreto del espacio. Espíritu encarnado, el hombre necesita de un «aquí» y de un «ahora», aunque no sea más que para trascenderlos. Puro continente de cosas » irreferidas»  y mera yuxtaposición de ritmos » insignificantes» , el espacio y el tiempo necesitan del hombre para convertirse en mundo y en historia.

Benjamín Gutierrez Colombres, 1999.
Poema y canto de Jaime Dávalos

La cultura es un producto histórico; y la Historia se mueve dentro de dos coordenadas: espacio y tiempo. Por consiguiente es imposible analizar la cultura sin tener en cuenta estos dos ejes. La vida de cada ser humano está básicamente circunscripta por la cultura del lugar donde transcurre. Y ese lugar o territorio no sólo se refiere al pedazo de tierra donde se nace (región o país), sino a los lenguajes diferentes ( aun tratándose de un mismo idioma) que indican diferentes niveles de percepción del mundo, es decir distintas cosmovisiones. De aquí que se podría establecer una relación de retroalimentación entre cultura, territorio e identidad.

Uno no encuentra su verdadera cara cuando se mira al espejo. Encuentra un reflejo. Ha ido al encuentro de lo mismo. No ha salido de sí. La identidad se alimenta de la diferencia. Soy yo porque soy parte del mundo, pero porque soy diferente de todo. Existo para testimoniar que todo lo otro que existe es diferente de mí. Existo, a la vez, arrojado a esa diferencia que es lo que llamamos mundo. Existir es ser diferente. De aquí que no sea posible existir sino en el modo de la identidad. Sólo puedo ser diferente, abrirme al vértigo inacabable de la diferencia desde una identidad lúcida y consciente. Sé que sólo puedo ser yo en la medida en que lo otro me constituye, en la medida en que lo otro me importa, me otorga espesor, el laborioso espesor del sentido

José Pablo Feinmann, 2001

Jaime Dávalos recorrió el territorio del arte desde una identidad consciente, militante en este sentido: «solo sé que puedo ser yo en la medida en que el otro me constituye»; y se encontró en los otros, en esos rostros y en esas voces de tierra adentro, tantas veces postergadas, acalladas. Y asumió la valoración de la identidad cultural como fundamento que subyace en sus obras .

Lejos de  miradas sesgadas o  chauvinismos, el poeta parte de un concepto de territorialidad que no es estanco, ni rígido, sino todo lo contrario, es el territorio del arte que no pertenece a un solo hombre sino a toda  la humanidad; y  lo que está nombrando desde la geografía de esa región-país son tópicos de la cultura universal que  hermanan, que fraternizan, que impulsan a buscar lo que somos en medio del vértigo de lo que no somos, pero entregando, pasionalmente, un sentido a nuestras vidas.

Para mí su obra es un fuego encendido alrededor del cual nos venimos reuniendo hace varias generaciones. Sus canciones, de una hondura y un vuelo poético inmenso me conmueven cada vez que las atravieso con mi voz. No es posible salir intacto después de cantarlo. Se despliega en mí un imaginario, un paisaje interno alucinante”

Florencia Dávalos, hija menor del poeta. TELAM SE 2022.

Jaime Dávalos está volviendo en cada copla, en cada canción, en la poesía eterna, en ese mundo nombrado que perdura en la memoria colectiva: «(…) soy una astilla de tierra que vuelve hacia la oscura raíz mineral; (…) vengo de adentro del hombre dormido, bajo la tierra gredosa y carnal».

Un 29 de enero de 1921 nació para siempre nuestro poeta; celebramos su noble oficio de nombrador, de alfarero de tanta belleza donada en el canto que se resguarda «de sangre en sangre», para «fecundar la muerte».

La piedra rueda en el río. La copla rueda en el pueblo. Y como cantos rodados, al rodar se van puliendo.La piedra se vuelve arena y llega al mar en silencio. La copla se vuelve sangre y va atravesando el tiempo.

JAime Dávalos

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