Por Hilda Palermo

Los carnavales o fiestas de la carne son una suerte de algarabía, de alegría de los pueblos, algunos de ellos son temáticos como el de Venecia, pero en América, generalmente encontramos una fusión de costumbres y tradiciones con la religión, y es así que al distrito de Marco, Jauja, sierra central del Perú, se le considera como la capital folklórica del centro.
Arguedas, famoso escritor peruano, describía al carnaval como la fiesta más grande de los pueblos indios peruanos, tiene música y danzas propias de cada región, sin embargo los instrumentos musicales son los mismos, el pincullo y la tinya.

En el incanato, el carnaval era como un ritual de amor, de agradecimiento a la Pachamama (madre tierra) o como pedido para mejores lluvias y cosechas, para elegir una pareja, para tener mejor calidad de vida con ríos y paisajes.



El carnaval de Marco, Jauja, data de 1870, bailaban frente a una cruz ante la cual pedían perdón por haber dejado que Cristo muriera crucificado, por eso rogaban al Taita Cruz ofreciéndole toda clase de ramas, pétalos de flores, hojas de coca, etc.
Desde sus inicios, el carnaval de Marca ha sido muy sencillo tocaban la quena, el pinkullo, la tinya, después se incorpora el violín y el clarinete.


La vestimenta también es muy sencilla y colorida, ponchos, sombreros, llicllas, polleras multicolor, ropa de lana de oveja y tela de bayeta.
La fama de esta fiesta ha llegado hasta el Vaticano donde el Papa Francisco ha pedido se respete la convivencia del hombre con la naturaleza, que hay que escuchar el clamor de la tierra, en referencia a la Pachamama.